En la ciudad de Ushuaia, Tierra del Fuego, un grupo de investigadoras argentinas está trabajando en un sistema de alerta temprana de contaminación basado en organismos acuáticos locales, que reduciría los costos y aceleraría los tiempos de análisis.

Ciertos organismos acuáticos locales podrían servir como señal de alerta temprana de la contaminación de las aguas de arroyos, lagunas y turbales (un tipo especial de humedal) de Ushuaia, aseguran investigadoras del CONICET en el Centro Austral de Investigaciones Científicas (CADIC), con sede en la capital de Tierra del Fuego, que buscan alternativas más rápidas y económicas que las utilizadas hasta el momento. 

Por lo general, para estudiar la calidad de las aguas se recurre a bioensayos de toxicidad que utilizan como organismos de prueba diversas especies del zooplancton. Estos seres acuáticos extremadamente pequeños funcionan como bioindicadores, ya que reflejan la situación ambiental: ciertas especies pueden vivir tanto en ambientes naturales como en contaminados; otras, sólo en aquellos que son prístinos; y algunas, únicamente en entornos degradados.

“Los bioensayos son una herramienta de diagnóstico que permite determinar el efecto de agentes fisicoquímicos y contaminantes sobre la mortalidad, el crecimiento y la reproducción de los organismos de prueba”, explicó a la Agencia CyTA-Leloir la doctora en Biología Soledad Diodato, del Laboratorio de Limnología del CADIC. La experta resaltó que esta metodología permite complementar de forma rápida y sencilla los estudios de monitoreo de parámetros fisicoquímicos clásicos, como la presencia en el agua de materia orgánica, metales pesados y la demanda biológica y química de oxígeno (DBO y DQO), entre otros. 

Montaje de un bioensayo en el laboratorio.

En su más reciente trabajo, publicado en la revista Ecología Austral, Diodato evaluó junto a su equipo del CADIC la calidad del agua del arroyo Buena Esperanza, a lo largo de su recorrido por el ejido urbano de Ushuaia. Y estudió la supervivencia y el crecimiento de Daphnia magna, una de las especies de zooplancton más habituales para este tipo de investigaciones y un estándar internacional. 

La expectativa ahora es replicar esos estudios con organismos de prueba “fueguinos”. Específicamente, Diodato trabaja con ejemplares de la familia Chydoridae, que a nivel mundial incluye más de 50 géneros y 520 especies descriptas. “En Ushuaia encontramos ejemplares del género Alona y del género Chydorus, que esperamos pronto identificar a nivel de especie porque eso nos va a permitir conocer mejor cómo funciona el ecosistema local y ser más certeros en el diagnóstico ambiental que realizamos”, aseguró la especialista, que busca incorporar estos y otros microorganismos locales a la normativa vigente para que sirvan como referencia a la hora de estudiar la calidad del agua de los ambientes acuáticos fueguinos.  

“Esa estrategia reduciría los costos y aceleraría los tiempos de análisis porque como sistema de alerta temprana estamos estudiando biomarcadores a nivel enzimático, lo que nos permite conocer cómo se comporta el microorganismo frente a todas las condiciones a las que está expuesto. A diferencia de los monitoreos fisicoquímicos tradicionales, que suelen ser costosos y se restringen a detectar la presencia de unas pocas sustancias, con los bioensayos se puede ver el impacto de todos los contaminantes presentes, en forma directa y a menor costo”, argumentó Diodato. 

Imagen de un cladócero nativo de la familia Chydoridae al microscopio.

En las últimas décadas, Ushuaia experimentó un extraordinario desarrollo demográfico, ya que en los últimos 50 años la población se incrementó más de 10 veces. Sin embargo, la ampliación de la red cloacal no acompañó este crecimiento, lo que tuvo como consecuencia el vertido durante décadas de efluentes domiciliarios crudos sobre los arroyos que atraviesan la ciudad y la costa. El problema se agrava si se advierte que es de esos mismos cursos de agua que la ciudad se abastece de agua para el consumo humano y que se trata de uno de los más emblemáticos destinos turísticos del país. 

 La gestión de los ecosistemas requiere de la coordinación de todos los actores de la sociedad y depende de la disponibilidad de información científica generada para la toma de decisiones. “Es fundamental promover el fortalecimiento y la interacción entre las estructuras técnicas de las autoridades locales y las instituciones académicas para mejorar la coordinación interinstitucional en la ejecución de políticas públicas”, concluyó Diodato.

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