El producto, elaborado por Laboratorios Craveri, se presenta como una alternativa productiva que proyecta la seguridad alimentaria a futuro.
En tiempos de inteligencia artificial, turismo espacial y computación cuántica, la elaboración de carne cultivada se suma como otra innovación tecnológica que parece salida de la literatura de ciencia ficción. Decenas de empresas en todo el mundo trabajan en esta industria. Sin embargo, ¿de qué se trata? Su elaboración consiste en extraer una biopsia o tejido vivo de un animal y usar esa carne para multiplicarla en un ambiente artificial, fuera del animal y sin provocar ningún sufrimiento. Su aspecto es rosáceo y similar a la carne picada. En Argentina, puntualmente en el barrio porteño de Caballito, funciona Laboratorios Craveri y su proyecto BIFE: Bio Ingeniería en la Fabricación de Elaborados.
La iniciativa, que nació en 2016, se centra en el cultivo celular de carne bovina para producir un sustituto de la carne tradicional, cuyas ventajas podrían resultar beneficiosas para la salud y el medioambiente, en búsqueda de la seguridad alimentaria. Si bien en 2021 se realizó la primera degustación de la carne producida por el Proyecto BIFE, su comercialización está proyectada para “dentro de algunos años”. En este diálogo Josefina Craveri, referente del proyecto, describe en qué consiste su elaboración y cuáles son los principales desafíos.
-Hace unos años se realizó la primera degustación de BIFE, ¿cómo fue la experiencia?
-La degustación fue privada. Si quisiera compartir la carne con más gente, necesitaría una aprobación y no existe esa aprobación aún. El objetivo era ver que fuera factible lo que estábamos haciendo. Hicimos un medallón de carne, como una nugget; tardamos tres semanas en desarrollarla. El tema no es tanto el tiempo sino la estructura que uno tiene para hacerlo. Hasta que no tengamos un biorreactor más grande, no podremos fabricar cantidades mayores. Utilizamos unos como los que se suelen usar en la industria farmacéutica, de 20 litros, pero necesitamos unos que son muchísimo más grandes, inmensos.
-De manera que el proceso es muy artesanal por el momento…
-Sí, por el momento. Aún, de hecho, no hemos trabajado en el sabor ni en la textura.
-¿Cómo fue ese sabor?
-Para mí el sabor fue más similar al pollo, algunos decían que era como la milanesa de soja.
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¿Lo consideran un producto apto vegano?
-Creo que sería más sencillo que un vegetariano lo acepte. Un vegano no sé, lo dejaría a su criterio. Acá hay una intervención en el animal, de hecho, es un animal al que hubo que hacerle una pequeña incisión para tomar la muestra. Pero igualmente a mí no me preocupa tanto eso porque nuestro objetivo inicial no es que un vegano o vegetariano consuma nuestro producto, porque son personas que hoy ya no consumen animales. No generan emisiones de gases de efecto invernadero; no fomentan el sacrificio animal; no gastan la energía que se genera en la ganadería.
-¿Apuntan a los carnívoros?
-Claro, nos importa más que una persona que hoy consume carne pueda comer carne cultivada. Tal vez no todos los días, pero que empiece a incorporarlo. También un flexitariano, que son las personas que intentan reducir su consumo.
-A partir de la carne cultivada, se podría reducir el impacto que la ganadería tiene en el ambiente…
-Es que en la ganadería tradicional se utiliza mucho terreno, no solo para criar a los animales sino también para cultivar el alimento que van a consumir esos animales. Son extensiones que se podrían reducir, ya que uno puede hacer una gran cantidad de carne en un laboratorio. También el tema energético, el gasto de agua y la emisión de gases de efecto invernadero.
-¿Tuvieron contactos con empresas que fabrican productos con carne tradicional?
-Sí, lo que sucede es que en el mundo no alcanzan los recursos. Hoy ya hay más demanda de carne que la que se produce. Los porcentajes de déficit de proteínas son altísimos, en el mundo falta proteína. Es necesario que haya alternativas más accesibles.
Fuente: Agencia de Noticias Científicas