Jorge Curinao (Río Gallegos, 1979). Escritor. En el año 2006, su libro Sábanas de viento fue elegido para ser publicado en la selección Mi Primer Libro, organizada por la Municipalidad de Río Gallegos. Posteriormente publicó Plegarias del humo (2009), Cactus (2010), Nadando (2012) y Otros animales (2014). Algunos de sus poemas fueron incluidos en la Antología Federal de Poesía de Patagonia, publicada por el Consejo Federal de Inversiones en 2014 y en la Antología de poesía del sur argentino, publicada por editorial Inolas (Potsman, Alemania) en 2019. En 2007 y 2015 representó a la provincia de Santa Cruz en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. Dedica su vida a la poesía y le interesa la política; le gusta el heavy metal y es fanático y coleccionista de publicaciones de River Plate.
En relación a su primer libro publicado, comenta Jorge Curinao en su blog:
Nunca me voy a olvidar de aquella tarde. Cuando Sergio Di Leo me llamó, yo estaba parando palos de bowling en la cancha 3 de Los Indios, el histórico club de la calle Pasteur. Por alguna razón, había cambiado el turno. Siempre hacía eso, cuando tenía la oportunidad. El trabajo nocturno es lo peor que puede haber: te acostás y te levantás tarde, no podés descansar. Andás con el sueño cambiado, con el mundo a contramano. Le pedí a Nica, mi compañero, que me cubriera mientras iba al baño a charlar tranquilo. Los ruidos de las bochas al golpear los pinos, en la fosa (así llamábamos al lugar donde nos cubríamos), son insoportables. “Hola, Jorge. Te llamo para avisarte que tu libro fue seleccionado para ser publicado en el programa Mi Primer Libro. El lunes podés pasar a firmar el acta. ¡Felicitaciones!” Y ahí me quedé, sentado en el piso, llorando, mientras miraba los nombres de otros parapalos, escritos en las paredes sucias. Los originales de Sábanas de viento están ahí, en esas paredes. León lo sabe.
Hoy se cumplen 13 años de aquel jueves, uno de los más especiales de mi vida. Ese día, el destino me hizo un guiño, un hermoso guiño.
Compartimos algunos poemas del autor:
Cerrar los ojos
Cerrar los ojos
y entrar en la música.
Dejar que las preguntas
tropiecen con el cielo del techo.
Nada
Todo y nada es Historia:
el sol partido,
la triste crónica del pájaro atropellado,
el mozo sin idioma,
las piedras del sueño,
el oleaje del vaso lavado,
las nubes sobre los muros,
las sombras que pueblan los días,
el zumbido del cansancio,
el mudo enojado con el mundo,
el azar del sepulturero,
el testimonio desamparado de las madres sin techo,
el florista de las mañanas,
el recolector de vestigios,
los mensajes para nadie.
Sin embargo,
en la piel de las estatuas todo es mentira:
gloria perversa que corre sobre los calendarios ciegos del tiempo.
Como en una canción de Moris
*
La forma en que me escribís, cosas que detienen el mundo. Límpida brisa de lirismo inevitable.
*
Cuando escribo un poema, lo único real sucede ahí. A veces es bueno saber esperar.
*
Ventanas que, al abrirse, recuerdan el amor frente a la bahía como una fotografía de verano.
*
El olvido camina en puntas de pie.
*
Mi abuelo se llamaba Antonio Porchia. Cada día, cuando me levanto, veo su rostro reflejado en la pared y pienso que tenía razón: un hombre solo es mucho para un hombre solo.
*
Me detengo en medio del desierto y miro el cielo a través de la lluvia. Aunque me vaya, esas nubes seguirán ahí.
*
Ese mar, que tanto me ha dolido, ahora parece darme los buenos días.
*
Lo triste de mi vida es demasiado para tanto viento.
*
Mirás tus manos y sabés que vas a poder, que vas a salir. Imaginás que el silencio es de barro y que la lluvia nos pertenece.
*
Como en una canción de Moris, una tarde de verano, pegados a la ventana.
VI
Lo más terrible sucedió. Todo se rompió. Después de tantos meses, volví a ver mis manos en aquella tarde azul. Los flamencos danzaban.
VIII
Cuando nos despedimos, palabras con pájaros llovieron contra el cielo. No había terminado de cantar aún el último gorrión y, en nuestras manos, alguien lloraba. Lo sé porque aquel verano duró una eternidad.
IX
Mi padre era un trabajador. Una mañana, en la primavera de 1987, se fue como todos los días. Pocos días después desapareció. Nadie supo bien qué pasó. Tal vez el mar. El cuerpo de mi padre muerto estuvo allí, en el mar, tirado por varios días, varias semanas. Nadie supo bien qué pasó. Como suele suceder. Desde entonces odio las muertes, las esperas y sobre todo, los ojos que no quieren mirar.
XI
Todas las noches me despierto para ver si mis manos siguen siendo manos. Y aún no necesito preguntarme qué es una mano.
XIII
Se aprende, en el pueblito, a caminar despacio. Se aprende a hablar con las estrellas, con los muertos. Escucha, cierra los ojos. Es la piedra que puse entre tus manos.
XVI
Cada tarde, abríamos las ventanas para darle paso al tiempo. La casa tenía el rumor de los grillos perdidos. A veces, el color era el mismo. Descubrir uno distinto, era toda nuestra aventura.
XVII
No hubo tiempo de distracciones. Ni con el afuera, ni con el adentro. Se vivió hasta el último hartazgo. Supimos, enseguida, que el porvenir no estaba en los rostros ajenos. No tuvimos, lo que se dice, un buen pasar. No hubo lamentos por eso. No hubo necesidad de arañar el asfalto. Era tanta la vida, que salíamos del cuadro antes del final de cada comedia.
XXI
El tiempo llegará, en pedacitos. No faltará quien nos bese los párpados, huesos exiliados del alma. Sí, el tiempo llegará y borrará estos años de luz pegados a tu ventana.
XXII
Salimos del silencio y de nuestros miedos. Nos abrazamos. Fuimos certeros con el destino. Ahora, todos los que no fuimos, nos visitan. Quieren saber si era cierto.
XXIII
Debajo de la hoja está el árbol que crece, el pájaro que cae. Quiero decir, sin temor, la sombra de tu sombra, adentro del sueño.
XXIV
Cada mañana miro tus ojos para encontrar en ellos, mis manos. Así aparece la muerte. Primero, en el botón de la camisa. Luego, en las miradas que nadie quiere cruzar.
XXVIII
En cada rezo, mis manos no tienen dueño. No hay, fuera de ellas, una conspiración. Nos llevará varios siglos de distracciones pero, al final, pondremos la atención en las sombras. Dios es una palabra y el argumento termina aquí, donde el viento tajea.
Blog del autor: jorgecurinao.blogspot.com/
Contacto: jorgecurinao06@yahoo.com.ar
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