Un día como hoy, pero de 1962, se publicaba la primera viñeta con una niña rebelde como protagonista. Mafalda marcó la infancia de varias generaciones de argentinos con su espíritu inconformista y su mirada crítica sobre la realidad.
Su autor, Joaquín Salvador Lavado Tejón, nacido en Mendoza, Argentina, el 17 de julio de 1932 es conocido mundialmente como Quino. Fue el más joven de los dibujantes que protagonizaron, a fines de los años cincuenta, un giro radical en el humor gráfico argentino. Como Landrú, como Oski, como Calé, Quino descubrió que los modos del humor –y del dibujo– que reinaban no eran los únicos; que sin renegar de esa tradición se podía hacer algo diferente.
Aunque se inició como dibujante en 1954, el éxito comenzó a sonreírle en 1962, cuando publicó su primer libro de recopilación de chistes gráficos titulado Mundo Quino y creó la historieta Mafalda .
No se puede hablar de Mafalda sin destacar la recia y admirable personalidad de su autor. Por eso hay que decir que de la mano de Quino Mafalda inició un sorprendente recorrido: en 1964 apareció en el semanario Primera Plana.
El año siguiente el diario El Mundo empezó a publicar esta historieta. Cuando en 1966 Mafalda apareció como libro, la edición se agotó en dos días. En 1968 se publicó por primera vez en Italia.
Un año más tarde el escritor y semiólogo Umberto Eco hizo la presentación del libro Mafalda la contestataria . En 1971 la historieta se dio a conocer en todo el mundo y comenzó a circular como serie animada.
La obra de Quino, y sobre todo Mafalda, pertenece a un momento especial de la Argentina, donde la clase media asciende no sólo económica sino también culturalmente. Los signos de una nueva cultura, a la vez popular y sofisticada, abundan por doquier, y acompañan a la obra de Quino, Primera plana, el boom de Rayuela, Les Luthiers, el Di Tella, la obra de Masotta, el descubrimiento intelectual de la historieta, un cine que tiene por ideal la nouvelle vague. Quino tomó rasgos a veces muy puntuales de la época (alguna canción de Serrat, los veranos en Mar del Plata, el Citroën, o Manolito, en un momento donde muchos almaceneros eran españoles) y logró darles una matriz universal. Así ha logrado atravesar no sólo los idiomas y las culturas, sino las generaciones (obstáculo más arduo que idiomas y culturas).
El grupo de amigos de Mafalda se instala con comodidad en el imaginario argentino: todos tenemos un poco de Mafalda, de Susanita, de Manolito, Miguelito y Felipe. La última en abrirse paso es Libertad. Mafalda es una crítica moderada: Libertad es extrema. Una Mafalda recargada viene a cerrar la puerta. Quino dice siempre, para explicar el final de su personaje justo cuando alcanzaba fama mundial, que se quedó sin ideas. Pero es evidente que el enrarecimiento de la política en la Argentina, la ascendente violencia, colaboraron con este final. Libertad no sólo es un personaje: es un presagio.
Quino fue capaz de construir dos obras extraordinarias y a la vez muy diferentes entre sí. Una –Mafalda– donde el personaje es todo, y poco el mundo; la otra (el «resto») donde el verdadero personaje es el mundo.
Con información de Sudestada