Pasaron 11 años desde ese domingo en que el Censo dolió.

Pasaron 11 años de desde ese domingo en que el Censo dolió. Pasó que muchos de nostroxs habíamos recuperado la política en formato de abrigo de esperanza. En código de mocasines alados al patio enorme de una ilusión plena de marchas y consignas. Algo trajiste del sur. Eso que todavía se canta en ritmos suburbanos donde la humildad impulsa su silencio de sonrisas.

Volviste a ubicar al peronismo en su lugar de origen, rescatándolo de las fauces neoliberales, de clara herencia vandorista: ese recado que deposita deudas en la botella de champan etiquetado en Washington, envuelto en cadenas con rictus menemistas.

Y convicciones que cumplieron su compromiso de ingresar a la Casa Rosada. Fuiste capaz, incluso, de exhibir tu valentía, también, al atravesar la Plaza de Mayo en blazer cruzado y ojitos perdidos.

Te animaste a refundar las condiciones adeudadas de la Patria en formato de Madres y Abuelas mientras les advertías en la cara, a los genocidas –repletos de charreteras– que no les tenías miedo.

Algo de la paternidad se nos sigue jugando en vos, Néstor.

Un bien de legados con marcas que nos atraviesan hasta el fin e lo que somos y seremos.
Una brújula, el sentido de guía para los perplejos, una estrella atorrante, un ansía de trabajo denodado capaz de enfrentar oscuros designios.

Quienes participamos de la tarea de encontrar señales y resistimos a la ceguera respecto del futuro, sabemos que esta (tu) estela de sentido nos conmueve, nos convoca cada vez que cae el peso vertical de una piedra en el lago inmóvil.

Nos sacudiste de la posible tristeza burocrática de la resignación. Y nos ayudaste en el oficio de reunir los pedazos esparcidos de una Causa Popular dispuesta, otra vez, como germen del encuentro.

Nos trasladaste a una militancia de ternuras.

Tanto de vos, Néstor. Que en vos seguimos.

Por Jorge Elbaum

EL ROMPEHIELOS
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