Una mirada desde el presente sobre la Revolución de Mayo, los ideales de Moreno y la oportunidad de volver a empezar.

Cada 25 de Mayo hay algo que se repite. No solo las escarapelas, los actos escolares o el aroma a un locro calentito. Hay una imagen que atraviesa generaciones y se canta desde hace décadas en el cancionero popular argentino: “el sol del 25 viene asomando”. Y quizás, en tiempos inciertos como los que vivimos, esa frase contenga una fórmula… una clave.

¿Puede la historia iluminarnos el presente? Felipe Pigna cree que sí. Y lo demuestra en sus libros, donde rescata los acontecimientos más importantes del pasado nacional sin solemnidad, pero con rigor y compromiso. En Los mitos de la historia argentina, el historiador reconstruye qué pasó en mayo de 1810, pero también nos ayuda a pensar qué hacemos con eso hoy.

¿Qué pasó el 25 de mayo?

Para entenderlo, hay que retroceder unos días. El 13 de mayo llegaron a Buenos Aires las noticias de que la Junta Central de Sevilla —último bastión del poder español— había caído. El Consejo de Regencia que gobernaba en nombre del rey Fernando VII, prisionero de Napoleón, se había quedado sin sustento real. ¿Qué legitimidad tenía entonces el virrey Cisneros?

Un grupo de criollos —comerciantes, abogados, militares, sacerdotes— entendió que era el momento de avanzar. Las tensiones venían de antes: España mantenía un rígido monopolio comercial y cerraba las puertas al desarrollo local. En cambio, Inglaterra y otras potencias querían abrir nuevos mercados. La revolución fue una gesta política, económica y cultural.

Revolución de Mayo


Cisneros intentó aferrarse al poder. El 22 de mayo se convocó un Cabildo Abierto. Pero el Cabildo, dominado por españoles, no quiso soltar la manija. Proclamó una junta presidida por el propio Cisneros. El pueblo reaccionó. También las milicias. Saavedra, Castelli y otros revolucionarios lograron su renuncia.

El 25, bajo una lluvia persistente y en una Plaza de la Victoria repleta, se anunció la formación de la Primera Junta de Gobierno. Por primera vez, los criollos gobernaban en nombre propio. Saavedra fue su presidente; entre los vocales estaban Belgrano, Castelli, Azcuénaga y Matheu. Entre los secretarios, se destacaba una figura clave: Mariano Moreno.

Felipe Pigna cuenta que…

Aquel abogado formado en Chuquisaca, lector de Rousseau y Montesquieu, se convirtió en uno de los grandes pensadores de la Revolución. Felipe Pigna rescata sus textos y advertencias, que hoy siguen vigentes. Porque Moreno pensaba, además de cómo gobernar, también cómo evitar nuevos abusos. Cómo evitar “mudar de tiranos, sin destruir la tiranía”.

“El pueblo tiene derecho a saber la conducta de sus representantes”, escribió Moreno. “Y el honor de éstos se interesa en que todos conozcan la execración con que miran aquellas reservas y misterios inventados por el poder para cubrir sus delitos”.

Revolución de Mayo


Moreno creía en la educación como base de la libertad. En que ningún pueblo puede ser libre si no conoce sus derechos. En que los militares debían “ganar a los pueblos por el irresistible atractivo de su instrucción”. Y en que los pueblos no deben confiar ciegamente en ningún poder, ni siquiera en el propio.

Unidad, soberanía y un federalismo temprano

Aunque algunos lo señalan como un referente del unitarismo, Moreno defendía una forma temprana de federalismo. Así lo explica Pigna al citar su texto Sobre las miras del Congreso… donde define un modelo de gobierno compartido, donde los estados individuales conserven soberanía en asuntos locales pero deleguen en una autoridad común los temas nacionales.

Moreno no pensaba la Nación como una estructura uniforme, sino como una armonía: “Se parece a las armonías de la naturaleza, que están compuestas de fuerzas y acciones diferentes, que todas concurren a un fin, para equilibrio y contrapeso, no para oposición”.


Volver a empezar, desde el mismo sol

Hoy, más de dos siglos después, el país sigue atravesando desafíos que interpelan esos mismos ideales: la educación como herramienta de transformación, la transparencia en el ejercicio del poder, la defensa del interés común, la soberanía sobre los recursos, la participación activa del pueblo.

Tal vez por eso, cada 25 de Mayo sea más que una fecha patria para recordar con emoción, sino una oportunidad para volver a empezar. Para preguntarnos qué nos une, qué queremos defender, qué necesitamos cambiar. Y para recuperar, como decía Moreno, esa “noble ambición de saber y distinguirse”.

Foto de portada: Joaquín Sportelli

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