Desde hace años, Luis se levanta temprano. Sale cada mañana de su casa en Villa Crespo y toma la línea B del subte, hasta los Tribunales de Comodoro Py, los de Plaza Lavalle o el bar La Academia, al que usa cada día de improvisada oficina de abogado. A la misma hora, Fabiana cumple idéntica rutina pero en la fría Ushuaia, y transita en invierno un camino nevado hasta la droguería en la que cumple estricto horario, de 9 a 17, como directora técnica.

Luis Zamora y Fabiana Ríos fueron “exitosos” y son conocidos en la política: el primero llegó a diputado nacional en dos oportunidades, lideró el MAS y hoy conduce el más modesto Autodeterminación y Libertad, que tiene dos legisladores porteños. La segunda gobernó Tierra del Fuego durante ocho años, después de ser diputada provincial por el Frepaso y diputada nacional por el ARI de Elisa Carrió, y ahora intenta reflotar el Partido Social Patagónico (PSP) en su provincia.

Ambos se sorprenden cuando sus “trabajos” pasan a ser noticia, en un contexto en el que la política suele ser usado como un “conchabo” en el que se entra, pero nunca (nunca) se sale. “Luis se enoja cuando le preguntan por el trabajo, es para él lo más normal del mundo”, dice un estrecho colaborador de Zamora, que fastidia a propios y (políticos) extraños cuando hace gestos de “docencia” poco común. El último, en septiembre pasado, fue devolverle a la Justicia más de $250.000 que le sobraron de la campaña para imprimir las boletas de las legislativas, en las que superó las PASO pero no logró volver al Congreso. Para la “vieja política”, el gesto sería una muestra de “principismo” inconducente, aunque para él- su esposa y sus dos hijos lo saben bien- el dinero no es la prioridad.

Después de dejar de ser gobernadora, y mientras esperaba que le saliera la jubilación que le corresponde, Ríos volvió a trabajar en una droguería, una especie de “volver a empezar”: cuando llegó desde Rosario a Tierra del Fuego, la farmacia fue el trabajo compartido con su entonces pareja y padre de sus dos hijas, Gustavo Longhi. “El trabajo me hace tratar con obras sociales y farmacias a las que les vendemos los medicamentos, no con la gente”, dice la exgobernadora, que al igual que Zamora se dedica a la política en las horas que le deja libre el trabajo.

Zamora, que no suele perderse ninguna manifestación de “alguna lucha popular”, también bordea los límites de un “político honesto tipo”: nunca acepta que le paguen un taxi para ir a un canal a hacer una nota. Siempre va en colectivo o tren, dependiendo del lugar al que prometió llegar. También renunció a la jubilación de privilegio que le hubiera correspondido.

No son, por cierto, los únicos políticos que trabajan “de otra cosa” al estar en el llano. Tampoco los que podrían adjudicarse las únicas medallas a la integridad, ni tienen garantizados los votos en las elecciones por esas actitudes. Tuvieron errores políticos, y los pagaron -cada uno a su modo- con la ciudadanía a la que representaron.

Fuente: La Nación
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