El cambio climático es un problema global que afecta a todas las formas de vida de nuestro planeta, incluida la humanidad, pero como sucede con tantas otras problemáticas, los sectores más afectados son aquellos que se encuentran en un mayor estado de vulnerabilidad a causa de su condición económica, social o de género. Debido a las grandes desigualdades entre hombres y mujeres que predominan en nuestras sociedades, son ellas quienes se ven más perjudicadas por los efectos del cambio climático.

Son numerosos los informes que evidencian esta realidad. Las mujeres son las que más sufren el impacto del cambio climático global. Sobre ellas recae gran parte de la responsabilidad de producir y procesar alimentos y de garantizar el mantenimiento de sus hogares. Son, por ello, las que padecen de manera más profunda el impacto del clima extremo, la desaparición de los recursos del agua y la degradación de la tierra. Según la ONU, “las mujeres son hasta 14 veces más vulnerables a los efectos del cambio climático que los varones adultos”, debido a múltiples causas de carácter social, económico, etc. Según el informe Gender Equality and Climate Change: the review of the implementation of the Beijing Platform for Action in the EU, “las mujeres serán mayoría entre los 50-200 millones de refugiados climáticos (80% de mujeres y niños) que, hasta 2050, se prevé que intentarán escapar de los impactos del cambio climático en su entorno”, a lo que hay que sumar que durante los fenómenos climáticos extremos se incrementa la carga de trabajo de las mujeres, ya que generalmente en ellas recae el cuidado y atención de personas heridas, enfermas, etc. Un estudio elaborado por el Observatorio de Salud y Medio Ambiente del Instituto DKV de la Vida Saludable (España) indica que “el cambio climático exacerba la pobreza, aumenta las injusticias sociales, incrementa los desequilibrios en el poder y en las tomas de decisiones y, por tanto, los conflictos políticos, y afecta a la seguridad alimentaria de las personas”, pero aclara que “son las mujeres las que más sufren la marginación económica, social y política al quedar excluidas de la toma de decisiones y tener un limitado acceso a recursos financieros y materiales”.

El cambio climático tiene impacto directo en prácticamente todas las actividades productivas. Afecta a la producción de alimentos, al acceso al agua potable y al manejo de las tierras. Según la ONU, en 25 países africanos subsaharianos las mujeres invierten 16 millones de horas en buscar agua cada día, frente a los 6 millones de horas invertidas por hombres. Esto se debe a que socialmente este tipo de actividades recaen en las mujeres. En nuestra región la realidad no es distinta. En el interior de Argentina, en las zonas rurales y en los asentamientos más alejados, se repite la situación en la que acceder al agua significa movilizarse varios kilómetros, tarea que suele ser realizada a pie o con medios de transporte sumamente precarios y con exposición a condiciones climáticas que distan mucho de ser las ideales. Las sequias, que se incrementan cada año a causa del calentamiento global, contribuyen a empeorar la situación y tienen un impacto directo sobre la salud, principalmente en las mujeres embarazadas. Por otro lado, según un comunicado de Greenpeace, “en Argentina, la tierra como propiedad es fundamentalmente masculina ya que a las mujeres se les hace más difícil acceder a créditos y esto limita su posibilidad de desarrollar su propia actividad económica y tomar decisiones respecto a un mejor uso de la tierra”. A escala global, las mujeres también deben enfrentar una gran brecha en lo que refiere a sus ingresos y acceso a servicios de salud. Trabajan más horas a la semana sin derecho a un periodo de descanso, reciben salarios menores, tienen un acceso más limitado a sistemas de seguridad social y a medidas de salud ocupacional. La diferencia de ingresos entre hombres y mujeres se estima en una variación de entre el 30 y el 80%. Esta situación de desigualdad, que viene siendo denunciada por los movimientos feministas en todo el mundo, incrementa la vulnerabilidad de las mujeres a los efectos del cambio climático.

Foto: John Novis

Pero a pesar de que el cambio climático evidentemente es un problema que afecta con mayor gravedad a las mujeres, ellas se ven, como en la mayoría de los otros grandes temas que afectan a la humanidad, desplazadas de los lugares de tomas de decisiones. Los ámbitos científicos y políticos en los cuales deben darse los debates necesarios para revertir la grave situación global que enfrentamos se ven ocupados principalmente por hombres, los que toman las decisiones desde su propia perspectiva masculina dejando de lado la mirada de las mujeres que son las que tienen la real visión de las problemáticas propias que les toca enfrentar. Esta triste realidad se evidencia en cada gabinete de gobierno, en cada foro científico y en cada reunión cumbre. Las mujeres son las que más sufren el impacto de la crisis climáticas, pero las discusiones son dadas por hombres, quienes terminan tomando decisiones que muchas veces no hacen más que incrementar la terrible brecha que existe entre varones y mujeres. Para lograr una verdadera sostenibilidad económica, social y ambiental, las mujeres deben ser incluidas equitativamente en la elaboración de políticas, en la toma de decisiones y en el diseño de estrategias para contrarrestar la vulnerabilidad de la sociedad en su conjunto ante el cambio climático.
Abel Sberna

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