La generación de energía es uno de los principales factores de contaminación de la atmósfera que contribuye al calentamiento global. La transición hacia energías de fuentes renovables es el gran paso que se debe tomar en orden de lograr los objetivos de desarrollo sostenible y disminuir el impacto sobre los factores que alteran el clima global.

La utilización de combustibles fósiles para la generación de energía es una de las principales causas del calentamiento global. Desde el inicio de la era industrial, el consumo de energía proveniente de los combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas natural) ha ido en aumento. La sociedad, tal y como la conocemos hasta ahora, está basada en estas fuentes de energía y en ellas hemos construido nuestra economía. La combustión de este tipo de combustibles genera emisiones de gases tales como dióxido de carbono, monóxido de carbono y otros que han contribuido (y aún lo hacen) a generar y potenciar el calentamiento global. En vista de esto resulta indispensable una transición inmediata a fuentes alternativas de generación de energía que se basen en recursos renovables y no contaminantes, como el viento, el sol o el movimiento del agua.

Según la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA), organización intergubernamental para la promoción de las energías renovables en todo el mundo, es necesario que durante la próxima década el 57% del suministro energético global se base en fuentes renovables (actualmente el porcentaje es del 26%). Los datos de la agencia muestran que la inversión anual en energía renovable debe duplicarse de alrededor de 330.000 millones de dólares en la actualidad, a cerca de 750.000 millones al año para desplegar energía renovable a la velocidad requerida. Ademas de los beneficios ambientales, según IRENA el desarrollo de la energía renovable redunda en la generación de fuentes de empleo en todo el mundo. Según esta organización las energías renovables podría emplear a más de 40 millones de personas a nivel global para el año 2050.

En Argentina aún hay mucho camino por recorrer. Si bien en los últimos años el desarrollo de las energías renovables tuvo un importante impulso, la economía aún depende fuertemente de los fósiles y estamos muy lejos de ver otra realidad. En nuestro país el aporte de las energías limpias es incipiente y si bien la administración nacional anterior había planteado que para el 2019 representaría un 12% de la energía eléctrica del país, la realidad es que las renovables representan solo un 5% del total de lo generado en Argentina.

Por otro lado es importante tener en cuenta que no todas las fuentes de energía renovable se explotan de forma amigable con el ambiente. Las represas hidroeléctricas tienen un fuerte rechazo de parte de diversos sectores de la sociedad como las ONGs ambientalistas, que plantean que el impacto sobre los ecosistemas producido por la inundación de vastas exenciones de territorio para poder generar energía hidroeléctrica es inadmisible. Lo mismo sucede con la energía nuclear, que si bien es un método limpio y eficiente, representa un potencial peligro en caso de accidentes.

Los ojos están puestos en la energía eólica y solar, recursos renovables con sobrada disponibilidad en nuestro país. El desarrollo de una verdadera red de energía renovable para abastecer el país es un gran desafío pero existen ejemplos que demuestran que es posible. El 98% de la energía consumida por Uruguay en 2019 proviene de fuentes renovables, siendo un 33,6% eólica.

Abel Sberna

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