La sobreexplotación del capital natural que actualmente existe limita, por un lado, la capacidad de resiliencia de la Tierra, y, por otro lado, pone en riesgo la subsistencia de todos los ecosistemas.

El pasado 28 de julio, la Asamblea General de las Naciones Unidas emitió una resolución histórica en la que declaró el acceso a un medio ambiente limpio, saludable y sostenible como un derecho humano universal, contando con el voto a favor de 161 de sus estados miembros y solo 8 abstenciones.

Tiene como antecedente la resolución que el 8 de octubre del 2021 emitió también al respecto el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, tras décadas de lucha por parte de diversas organizaciones defensoras del medioambiente y algunos estados miembros promotores de esta iniciativa, para que se diera este importante reconocimiento.

Sin duda esta resolución se presenta en un momento en donde cada vez hay mayores alertas a nivel internacional de la crisis ambiental que estamos viviendo, no sólo derivada del cambio climático, sino también de la gran pérdida de biodiversidad y la generación desmedida de contaminantes y residuos, conocida como la triple crisis planetaria, por lo que se espera pueda ser un catalizador para la acción urgente y contundente tanto de los gobiernos como del sector privado y de la sociedad en general para poderlo garantizar.

Y es que justo ese mismo día, el 28 de julio, fue el “Día de Sobregiro de la Tierra” 2022 (conocido en inglés como el Earth Overshoot Day), el cual se calcula anualmente como el día en que habríamos agotado la disponibilidad de recursos naturales para ese año, dada la biocapacidad de nuestro planeta, por lo que para el resto del año estaríamos en una situación de déficit, al requerir de 1.75 planetas para satisfacer las necesidades actuales de la humanidad.

Esta sobreexplotación del capital natural que actualmente existe limita por un lado la capacidad de resiliencia de la Tierra, y por otro lado pone en riesgo la subsistencia de todos los ecosistemas, a menos de que se logren implementar en el corto plazo cambios significativos en los patrones lineales de producción y consumo, sustituyéndolos por modelos de economía circular y esquemas de inversión sustentable, entre otros, con una transversalización de los derechos humanos.

De ahí la importancia y la necesidad de poder trabajar coordinadamente entre todos los sectores en favor del bien común que representa el poder gozar de un medio ambiente limpio, saludable y sostenible para nosotros como seres humanos, pero también para todas las especies con las que compartimos el planeta Tierra.

De esta manera es que además debemos entender dicha resolución de la ONU como un llamado a la reflexión profunda del tema, que derive en toda una serie de acciones en materia legal, educativa, económica, política, empresarial y social para una verdadera transformación en este sentido.

A nivel personal, igualmente debería ayudar a que nos demos cuenta de la relevancia que tiene el tema para nuestra salud y bienestar, para nuestra alimentación y en última instancia para nuestra vida misma y la calidad de ésta; así como para valorar nuestra interdependencia con nuestro entorno natural, identificar nuestros impactos y repensar nuestros estilos de vida hacia aquellos mucho más sostenibles, empezando con acciones en casa, en el trabajo, en nuestras comunidades, etc., que abonen en este sentido, y que vayan detonando círculos virtuosos en cada ámbito.

Como con cualquier otro gran reto que actualmente tenemos, no podemos esperar a que sólo los gobiernos o unas cuantas empresas actúen para tratar de solucionarlo, sino que la clave está en cada uno de nosotros y lo que, de manera individual y colectivamente, vayamos realizando como agentes de cambio, a partir de una conciencia y genuino compromiso para avanzar en esa dirección por el bien común de las generaciones actuales y futuras.

Es así como resulta fundamental que todos nos hagamos corresponsables de garantizar el derecho humano al medio ambiente limpio, saludable y sostenible para nuestro bienestar y desarrollo.

Por Jorge Reyes Iturbide es especialista en responsabilidad social empresarial y desarrollo sostenible y desde hace 17 años ha trabajado para diversas empresas y organismos nacionales e internacionales en proyectos de investigación, consultoría, desarrollo de estándares y educación ejecutiva en la materia. Actualmente es Director de la Facultad de Responsabilidad Social y Director del Centro IDEARSE de la Universidad Anáhuac México.

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