La investigación sugiere que la variación en el tiempo del sueño es de media hora según la fase en la que se encuentra la luna.
Leandro Casiraghi, uno de los autores del paper, durante el estudio realizado en las comunidades de las etnias Toba y Qom de Formosa.
A la luna se la suele vincular con diferentes fenómenos: están quienes piensan que influye en el estado de ánimo de las personas; otros consideran que puede desencadenar embarazos; y también están los que creen que la luna llena puede incidir en la cantidad de accidentes de tránsito o en los desastres naturales. Pero desde la ciencia, hasta ahora, había muy escasa información sobre su incidencia en diversos aspectos de la vida, como por ejemplo, el sueño.
Un equipo de investigación con participación del investigador de CONICET Ignacio Spiousas, que trabaja en el Laboratorio de Dinámica Sensomotora del Departamento de Ciencia y Tecnología de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), acaba de comprobar que el horario y duración del sueño en las personas son factores que oscilan y tienen un vínculo muy concreto con la fase en la que se encuentre la luna. La novedad se publicó en la revista Science Advances.
El estudio -titulado “Sueño deslumbrante: sincronización del sueño humano con el ciclo lunar en condiciones de campo”– concluyó que en los días previos a la luna llena, la gente se va a dormir más tarde en la noche y duerme por períodos de tiempo más cortos. Es uno de los primeros estudios realizados “en la naturaleza” (y no en un entorno de laboratorio), que demuestra oscilaciones y tendencias relacionadas con las fases de la luna y su luminosidad.
Fue realizado junto con científicos de la Universidad de Washington y la Universidad de Yale con trayectoria en el campo de estudio de los ritmos circadianos, que son los cambios físicos, mentales y conductuales que se dan en los seres humanos en los ciclos de 24 horas. Dichos procesos, que son naturales, regulan el sueño y la vigilia y afectan a la salud, se ajustan principalmente según el grado de luz y oscuridad del ambiente.
La investigación se inició en 2016, con el seguimiento en los ritmos del sueño de casi cien habitantes de comunidades de pueblos originarios Toba y Q´uom, de Formosa, que viven en entornos naturales y están habituados a vivir sin luz eléctrica. A todos ellos se les midió el horario y cantidad de sueño mediante pulseras de monitoreo. El resultado se comparó con un estudio realizado en 2018 sobre el sueño de más de cuatrocientos estudiantes de Seattle, una ciudad de más de 750 mil habitantes, es decir, un entorno altamente urbanizado.
El objetivo era averiguar si la cantidad del sueño tenía relación con la intensidad de la luz de la luna, según su fase, y si había variaciones entre un entorno natural o uno acostumbrado a la luz artificial. Los investigadores, a priori, pensaban que en un entorno natural la incidencia de la luna sería mayor, ya que allí, por la ausencia de luz eléctrica, las diferencias de luminosidad de la luna son más pronunciadas. Pero lo curioso fue que, en ambos casos –tanto en el entorno natural como en la ciudad- el resultado fue similar.
“En los dos casos pudimos ver una modulación en la duración y el momento en el que las personas se van a dormir. Vimos que la duración del sueño de cada sujeto era mayor en los días previos a la luna nueva y menor un poco antes de la luna llena, con una amplitud promedio de 50 minutos. Y lo mismo sucedía con el momento en que las personas se van a dormir: la gente se va a dormir más tarde en luna llena, y antes en luna nueva, con una amplitud promedio de media hora. Entonces, pareciera que estos factores están más relacionados con la luminosidad de la luna”, explica Spiousas, responsable del modelado estadístico del estudio. “Como se dan en los dos entornos, independientemente de si hay más o menos luz artificial, creemos que tiene que ver con un efecto gravitacional de la luna”.
Para arribar a esa conclusión, los investigadores diferenciaron parámetros del sueño relacionados con el ciclo de la luna –nueva, menguante, creciente y llena- y por otro lado tuvieron en cuenta su luminosidad –el momento en el que sale y se pone la luna, que determina el grado de luminosidad y va variando según las estaciones del año-. “La disponibilidad de luz lunar es lo más determinante. Porque nosotros partimos de la idea de que con la modulación de la luz, en luna llena, las personas salen más o tienen mayor actividad: antiguamente por ejemplo cazaban y pescaban más. Pero si esa luminosidad se da a partir de las tres de la mañana, las personas ya están durmiendo”, indica Spiousas.
“Nuestra teoría es que esta sincronización con la luna se debe a efecto biológico, pero no creemos que esté siendo modulado por la luz de la luna per se, porque eso no explicaría cómo las comunidades con luz sigue respondiendo igual”, señala Leandro Casiraghi, investigador posdoctoral argentino de la Universidad de Washington y otro de los autores del paper. “Si bien esto responde a una adaptación, a las noches de luna para estar afuera y hacer actividades, consideramos que el efecto está modulado por otra señal que proviene de la luna, que podrían ser los ciclos gravitatorios. Aunque, si bien esa pueda ser la señal que produce el efecto, la adaptación responde a la disponibilidad de la luz de la luna”.
Spiousas, por su parte, resalta: “Este estudio es un antecedente importante para todo lo que es estudios del sueño y salud del sueño. Sabemos que dormir mal es muy malo para la salud en general. Con estos resultados, se podrían llegar a programar terapias del sueño según la fase de la luna, y muchas otras cuestiones que deberemos seguir estudiando para profundizar este conocimiento”.
Fuente: CONICET
Foto: Gentileza Germán Joosten