o Grande cumple hoy 97 años. El repaso obvio quiso hacerse paso en las primeras líneas. Recordar la decisión política de don Hipólito Yrigoyen, allá por 1921, cuando el siglo XX apenas asomaba. Cuando las abundantes aguas del caudaloso río que le dio nombre invitaban al arraigo sobre sus márgenes.

Avizorar las cabezas de ovinos que dieron forma al frigorífico CAP. Los pozos petroleros que trajeron familias. Los años en que las fronteras se desdibujaban y el pueblo chico era parte de un inmenso todo. Una Aeroposta que se radicaba.

Relatos que se repiten cada año, como ese cuento que nos contaba el abuelo Mirko cuando nos descubría escondidos en su vivero. Sentarnos a escuchar las proezas de Ariela, la botera, cuando el puente General Mosconi no existía ni siquiera en un proyecto.

Saber que un casamiento fue el evento que produjo luz y que la esquina de don Martínez se convirtió en usina, y que esa usina estuvo lejos de ser solo generadora de energía eléctrica. Recordar que Nogar será un apellido que nos sonará durante décadas. El crecimiento evidente alrededor del BIM 5, que sin pedirlo se convirtió en emblema de los héroes y en una especie de lugar sagrado para todos los riograndenses.

Que nacer no te hace hijo de la estepa, pero que crecer entre coirones te clava tan profundas las raíces que, aunque te alejes, nunca te vas del todo.

Dejar todo allá, de donde sea que vengas, para descubrir lo que no tenés idea. Empezar a reírte de la convivencia con los pingüinos y encontrar que son muchos, realmente muchos, los que tienen un “allá”, pero que después de haber prometido quedarse sólo uno o dos años, se ven rodeados de hijos y nietos que brotan de la tierra helada.

Sin querer ahora es “acá” y añorás tu pago elegido cuando volvés a mamar de tus orígenes. Y lo que te incomodaba se convierte en anécdota.

Se levanta como la señora de los vientos, de lluvia gorda que cae, de frío injusto. Pero compensa con su costado bondadoso y, aún cuando la crisis la sacude y la golpea, demuestra su capacidad de dadora amable, desinteresada. Impone reglas que se rompen y se hiere ante el desinterés. A manos abiertas cobija al aventurero y le da sustento.

Quizás afirmemos que no deja de ser tierra, que no es más que un objeto inanimado sobre el que nos paramos, transitamos, nos movemos. Pero en el fondo sabemos que el terruño abraza, contiene. Las puertas imaginarias se abren constantemente y la posibilidad de tomar una nueva oportunidad no se rinde nunca.

Bilbao, Finocchio, Wilson, dejan de ser nombres sueltos en carteles para convertirse en los verdaderos dueños de las calles. Figura una pertenencia insospechada, que se hace carne, penetra en las capas más profundas de la piel y del corazón.

97 y todavía es barato. El centenario está en cuenta regresiva, mientras todo lo demás sigue proponiendo siempre hacia adelante. A hacha, cuña y golpe, mientras Sarita enseña inglés y teje las mejores medias del Universo. Doña Emilia y doña Dominga comparten recetas y la bandera de tierras lejanas asoma entre los sazones.

El tropezón, que lejos de proveer agua potable, brindaba calor de hogar a propios y extraños. Un almacén de ramos generales en el que siempre se encontraba algo más que víveres. Un puente colgante que era el paso obligado, que después se convirtió en historia y más tarde solo en recuerdo.

La Misión Salesiana, Julio Popper con sus monedas de oro, Virginia Choquintel, Ángela Loij, cestas tejidas por manos olvidadas, la Torre de Obras Sanitarias, el Almirante Brown, la guerra de Malvinas. Las páginas pasan con asombrosa rapidez ante nuestros ojos, todo ocurre en un parpadeo.

Murúa avisa que el pan está saliendo calentito y se nota que es hora de entrar porque en Casa de Empleados todos se sentaron a la mesa. Van Aken ya cerró el negocio, Rafúl guardó los animales. La colonia que es ciudad descansa, mientras la escuela apaga las luces y la residencia estudiantil manda a los chicos a dormir.

97 años que no se entiende cómo ocurrieron, si apenas está listo el dulce de ruibarbo y Barbarella está iniciando el fin de semana, mientras el cura gaucho bautiza gurises y Gustavo abre otra feria de productores.

María Fernanda Rossi

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