Los resultados de un informe dados a conocer durante las conversaciones climáticas de la ONU indican que las emisiones de gases de invernadero han aumentado este año en un 2 % con respecto al 2017 reduciendo las posibilidades de mantener  el calentamiento global en 1,5°C por encima de los niveles preindustriales.

Tras varios años de mantenerse estables, lo niveles de emisiones de gases de invernadero volvieron a aumentar en 2018, tal como lo indica un estudio recientemente publicado el cual señala que para finales de este año los humanos habrán liberado a la atmósfera 2 % más de gases invernadero que en 2017. Esta cifra indica que a nivel global no se estaría logrando reducir las emisiones y que el aumento del consumo de combustibles fósiles como el carbón por parte de grandes países industriales como Estados Unidos y China estaría teniendo un gran impacto en el calentamiento global. Si bien el desarrollo de fuentes renovables de energía ha aumentado, los combustibles fósiles continúan siendo los más utilizados en el transporte y la industria.

Este aumento de gases de invernadero en la atmosfera evidencia la necesidad urgente de un cambio drástico en la generación de energía a nivel global, pero también incrementa la importancia de los bosques y selvas latinoamericanos, los cuales representan los mayores sumideros de carbono del mundo. En contramano de la necesidad de preservación de estas extensas regiones boscosas los niveles de deforestación continúan acrecentándose, a causa de la expansión de las fronteras agropecuarias, la explotación maderera, la minería y otras actividades relacionadas a la actividad humana.

Los resultados de este estudio elaborado por el Proyecto Global de Carbono 2018, un esfuerzo de investigación que captura las emisiones y las tendencias de consumo de energía, son alarmantes. Según las proyecciones que se desprenden de las tendencias del aumento de la temperatura de nuestro planeta, resulta indispensable mantener el calentamiento a raya. Superar los 1,5°C por encima de los niveles preindustriales podría tener consecuencias catastróficas en el mediano plazo. En poco más de una década se espera que el cambio climático provoque una reducción de los rendimientos agrícolas en África y el sur de Asia, aumentando el precio de los alimentos y exacerbando la pobreza.

Las miradas se posan ahora sobre dos países cuyas administraciones actuales van a contrapelo de los esfuerzos internacionales para la reducción de emisión de carbono. Por un lado Estados Unidos, uno de los principales contaminantes, cuyo presidente Dunald Trump decidió el año pasado retirar a su país del Acuerdo de París contra el cambio climático, un acuerdo firmado por 195 naciones con el objetivo de reducir las emisiones de gases de invernadero. Por otro lado Brasil, país que alberga una importante reserva de bosques y selvas, fundamentales para la captación natural del carbono en la atmosfera, atraviesa un momento político adverso para la preservación ambiental. Con el reciente triunfo de Jair Bolsonaro en la presidencia, se teme que la deforestación aumente. La actual administración es escéptica del calentamiento global y sus medidas económicas generan gran preocupación entre científicos y ambientalistas. Según Carlos Rittl, secretario ejecutivo del Observatorio de Cambio Climático de Brasil, dijo que “si todo lo que Bolsonaro ha prometido se implementa, la tasa anual de deforestación podría triplicarse en cuatro años. Sería un desastre”.

Estamos atravesando un momento de coyuntura en materia ambiental. Nuestro margen de error se angosta cada vez más y pronto no habrá lugar para decisiones equivocadas. Las acciones que se ejecuten en los próximos años podrían determinar el futuro de nuestro planeta.

 

Abel Sberna

 

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