Los observadores de nubes son una legión, legitimada por asociaciones como la Cloud Appreciation Society (Sociedad de Apreciación de Nubes). Esta última, con fundador y sede radicados en Reino Unido, cuenta con más de 35.000 miembros y un curioso manifiesto ante el que es imposible recordar a nuestro niño interior, y sonreír.
Las nubes constituyen una de las demostraciones más igualitarias de la naturaleza, porque no es preciso viajar, ni pagar entrada para visitar el museo al aire libre más grande del mundo. Leonardo da Vinci describió las nubes como “cuerpos sin superficie”.
En el año 2004, Gavin Pretor-Pinney fundó la Sociedad de Observación de nubes (Cloud Appreciation Society). La presentó durante una conferencia que pronunció en un festival literario. La noticia no tardó en difundirse y el amor por las nubes trascendió fronteras nacionales y culturales. Al final del primer año la asociación contaba con mil ochocientos socios dispersos por veinticinco países y unidos por la capacidad de apreciar las “brumas celestiales”.
Muchos de los que viven con la cabeza en las nubes, piensan que son una representación de la poesía en la naturaleza y que la vida sería muy aburrida si día tras día alzáramos la vista hacia una monotonía, sin ellas.
En Santa Cruz, más precisamente en El Chaltén, Laura Ponce (Fotógrafa) y Evangelina Vettese (Ecóloga) entusiastas de la naturaleza y con la cabeza en las nubes, idearon una guía que describen “como un libro de bolsillo, que es ideal para el reconocimiento de las nubes a campo, que te llevará de recorrido por los paisajes patagónicos”
Guía de Nubes – Instagram @nubespatagonia
El Servicio Meteorológico Nacional, explica que “las nubes están constituidas por gotitas de agua o cristales de hielo que por su tamaño, forma y peso se encuentran suspendidas en el aire. Nos pueden dar información sobre el estado de la atmósfera y, por eso, todos los observadores meteorológicos del SMN reportan varias veces al día el tipo de nubosidad presente, su altura y características”.
Para facilitar su estudio y descripción, los científicos han clasificado a las nubes de distintas formas, por ejemplo por su aspecto y por la altura a la que se encuentran. Desde su página web, en el espacio de “divulgación”, comparten información valiosa para quien desee aprender a reconocerlas y diferenciarlas.
El Manifiesto de la Sociedad de Observación de Nubes, fundada por Gavin Pretor-Pinney, propuso los siguientes principios:
Creemos que las nubes son injustamente difamadas y que la vida sería inmensamente más pobre sin ellas.
Creemos que son la poesía de la naturaleza, y la más igualitaria de sus exhibiciones, ya que todos pueden tener una vista fantástica de ellos.
Prometemos luchar contra el “pensamiento de cielo siempre azul” donde sea que lo encontremos.
La vida sería aburrida si tuviéramos que contemplar la monotonía sin nubes día tras día.
Buscamos recordarle a la gente que las nubes son expresiones de los estados de ánimo de la atmósfera y pueden leerse como los del semblante de una persona.
Creemos que las nubes son para los soñadores y su contemplación beneficia al alma.
De hecho, todos los que consideren las formas que ven en ellos ahorrarán dinero en las facturas del psicoanálisis.
Y así les decimos a todos los que quieran escuchar: ¡Mire hacia arriba, maravíllese con la belleza efímera y recuerde siempre vivir la vida con la cabeza en las nubes!”
Pretor-Pinney es autor de un libro donde desfilan, todos personajes de la familia de las nubes. En su prólogo explica que no lo presenta “como un texto meteorológico; ya existen muchos ejemplos estupendos de ellos, escritos por gente que sabe mucho más que yo. Lo que ofrezco es algo más serio: Una celebración del pasatiempo de contemplar las nubes, despreocupado, sin propósito definido e intensamente vital”.
“No es necesario planificar un viaje exótico para encontrar inspiración creativa. Basta con mirar hacia arriba”, dice Gavin Pretor-Pinney en una charla TED desarrollada del año 2013. Se pregunta Pretor-Pinney, ¿han notado cuántas personas se quejan de las nubes? Tienen una mala reputación. Si lo piensan bien, el idioma inglés les ha inscrito a las nubes connotaciones negativas. Cuando alguien está triste o deprimido, está bajo una nube. Y cuando se avecina una mala noticia, hay una nube en el horizonte.
Para el observador, “las nubes no son algo de lo que quejarse. Al contrario. Son, de hecho, el aspecto más variado, evocador y poético de la naturaleza. Creo que vivir con la cabeza en las nubes de vez en cuando, ayuda a mantener los pies en el suelo”.
El mundo digital conspira para hacernos sentir permanentemente ocupados. Cuando no estamos lidiando con las presiones cotidianas de ganarnos la vida y llevar comida a la mesa, tenemos que lidiar ahora con una montaña de correos electrónicos para responder, asistir a una interminable lista de reuniones en pantallas, poner al día una página de Facebook, de Instagram, actualizar Twitter. Observar las nubes podría significar un placer que nos es muy lejano. Pero si lo vemos de otra forma, podría legitimar el “no hacer nada.”
A veces necesitamos excusas para no hacer nada. Estas diosas patronas de los ociosos nos vienen a recordar que es bueno bajar el ritmo y vivir el presente, no pensando en lo que hay que hacer y lo que ya debería estar hecho, sino tan solo en estar aquí y ahora. Porque es bueno para uno y es bueno para el modo en que uno se siente.
Los amantes de apreciar las nubes, señalan que “es bueno para las ideas, para la creatividad y para el alma”. Así que, como dijo Pretor-Pinney sigamos alzando la mirada, admirando la belleza efímera, y recordemos siempre vivir “con la cabeza en las nubes”.
Daniella Mancilla Provoste