En el Día Mundial del Agua, Aníbal Ignacio Faccendini, director de la Cátedra del Agua Universidad Nacional de Rosario, magíster y especialista en Ambiente y Desarrollo Sustentable, reflexiona para Télam sobre cómo el atraso sobre la problemática en el acceso al agua se hace muy evidente al igual que las inequidades y desigualdades que se producen.
En el Día Mundial del Agua, el 22 de marzo, los avances e inequidades en el ámbito del agua se ponen de manifiesto en el planeta.
Se han producido avances en la respuesta a la escasez social y física del agua. Es un progreso que aparezca la temática cada vez más en las agendas de los organismos multilaterales y también en la de los países. Así, por ejemplo en lo más reciente estuvo en el Decenio del Agua 2005 a 2015, como en el actual Objetivo 6 del Desarrollo Sostenible que abarca desde el 2015 a 2030. La problemática es cada vez más visible como punto central en el cambio climático. Sin el agua no se puede hablar de cambio climático. No obstante esta visibilización, cristalización y cada vez más concientización, el atraso sobre la problemática en el acceso al agua se hace muy evidente al igual que las inequidades y desigualdades que se producen. La desigualdad por género y edad resultan muy palmarias.
El 80% de la recolección de pozo agua o lugar de proveimiento en el mundo, la realizan mujeres y niñas. O, sea que son 80 mujeres sobre 100 personas junto a las niñas las que recogen agua. Son las que dedican 3 a 4 horas diarias en su búsqueda. Millones de niñas menores no asisten a la escuela para buscar agua. La mitad de las escuelas del planeta no tienen sanitarios eficientes y son las niñas las que más lo padecen. La victimización femenina es doble por un lado porque un derecho humano y bien común público como el agua se convierte en una carga dura y permanente para ellas y por el otro lado, las mujeres y niñas tienen difícil acceso a dicho a dicho derecho y alimento. Ni hablar que tenga incidencia en las políticas públicas sanitarias. Todo ello se da en un contexto donde hay 2200 millones de personas en la Tierra que no acceden al agua y 4.200 millones que no acceden a los sanitarios. Y, que 3000 millones de personas en el mundo no acceden a sanitarios para lavarse y enjabonarse las manos ante la pandemia como la Covid 19.
Hay 4000 niñas y niños en el planeta menores de 5 años que fallecen todos los días producto directa e indirectamente por enfermedades vinculada a agua no potable. Este imperceptible biocidio diario revela la profunda inequidad social ambiental que vulneriza a mujeres y niñas.
La femineidad del vital elemento reclama la liberación de semejante carga de la distancia de agua. Y, que la somete a una tercera victimización que es que le quita tiempo y espacio para participar en la vida colectiva de la sociedad. Este dolor no tiene geografía, se da con las mujeres y niñas en los barrios populares de Argentina, en Chile, Brasil y en el resto de América Latina. También en África y Asia.
Las mujeres y niñas del agua le dedican 200 millones de horas diarias en el mundo para recoger la sustancia esencial.
La génesis de la problemática del agua, entre otras cuestiones, es la injusticia social y ambiental en el mundo y es transversal respecto a la obtención de agua pura tanto en su aspecto microbiológico como así también de los elementos físicos contaminantes. Porque la pobreza económica comulga generalmente con la pobreza e indigencia de agua.
La escasez social del agua es la que ausentiza al agua y genera víctimas femeninas y de grupo etario. Son castigados las/los pobres, mujeres, niñas y adultos mayores. El agua desaparece cuando los Estados de la Tierra no construyen voluntad política de bienestar para las mujeres, niñas/niños y adultos. La discriminación y la desigualdad mundial de agua debe ser frenada, remitida y erradicada.
Por Aníbal Ignacio Faccendini, director de la Cátedra del Agua Universidad Nacional de Rosario, magíster en Ambiente y Desarrollo Sustentable, especialista en Ambiente y Desarrollo Sustentable.
Fuente: Agencia Télam