Durante el aislamiento que mantiene a una parte importante de la población humana dentro de sus casas, el ambiente natural parece estar atravesando su mejor momento en muchos años. Sin embargo, la pandemia de COVID 19 puede tener consecuencias muy graves a mediano y largo plazo para conservación, la educación y la investigación ambiental, y puede llegar a tener un impacto negativo sobre las políticas ambientales existentes y por venir.

De un instante para el otro la humanidad detuvo momentáneamente la gran maquinaria de producción que gira constantemente y cada vez con más intensidad. De pronto el mundo quedó en silencio, librado en muchos lugares de la presencia de este animal bípedo que se expande cada día más, ocupando territorios, consumiendo recursos y contaminando aire, tierra y agua. La humanidad se refugia dentro de sus casas acechada por un riesgo invisible pero muy concreto: el coronavirus. Las grandes urbes se han quedado en silencio, las fábricas apagaron sus chimeneas, el transporte se ha reducido a su mínima expresión en años. El aire está más puro, las emisiones de gases de efecto invernadero han disminuido, los animales salvajes atraviesan los límites que les hemos impuesto y se dejan ver recorriendo ciudades y pueblos.
Pareciera que el mundo está dando un respiro enorme y que a partir de ahora las cosas solo pueden mejorar, pues la humanidad comprenderá que atentar contra el ambiente es atentar contra la propia existencia. Sin embargo, caeríamos en una peligrosa trampa si creemos que la pandemia ha sido beneficiosa para el ambiente. Muy por el contrario, existe una gran preocupación entre ambientalistas y conservacionistas acerca de las consecuencias que esta crisis traerá en materia ambiental. Tarde o temprano el mundo volverá a funcionar, la maquinaria se reactivará y todo volverá a ser ruido y movimiento. Pero nada será como antes.

En casi todo el mundo se ha detenido la investigación y educación en conservación ambiental. Las universidades y centros de investigación no están funcionando, o solo están abocadas a cuestiones relacionadas al coronavirus. Los trabajos de campo están suspendidos, como así también la mayoría de la experimentación en laboratorio. La educación se ha limitado a lo que se puede hacer de forma online, lo que en cuestiones de conservación, es muy limitante ya que el trabajo de campo es fundamental. Muchos proyectos de conservación, restauración de ambientes y recuperación de especies se están viendo muy afectados por la limitación en el transporte y por la imposibilidad en muchos lugares de realizar los trabajos de campo necesarios.
En este momento las ONGs y otros organismos encargados de cuestiones ambientales no están pudiendo llevar adelante sus tareas. Esto significa un gran retrocesos para la conservación de ambientes y especies, muchas de ellas muy amenazadas. Los congresos, conferencias y reuniones relacionadas a la conservación han sido canceladas o pospuestas, lo que representa un duro golpe para el intercambio de conocimientos y el trabajo en red tan importante para la investigación científica. Luego de la pandemia resultará muy dificultoso recuperar el tiempo, ya que se han perdido muchas oportunidades de investigación.
Por otro lado, es una realidad indiscutible que el mundo post pandemia deberá enfrentar una fuerte crisis económica, lo que comprometerá los recursos disponibles para trabajos e investigaciones que podrían llegar a ser consideradas “no imprescindibles” y que deberán competir por financiación con proyectos relacionados a cuestiones sanitarias derivadas de la pandemia. Lo mismo podemos esperar en cuanto a la financiación de áreas protegidas. En Tierra del Fuego, por ejemplo, la creación del Área Protegida Península Mitre se vio afectada por la necesidad de discutir un proyecto de financiación económica.
La situación actual de la provincia plantea un escenario totalmente distinto a lo que se proyectaba a fines de 2019, por lo que resulta incierto el futuro del proyecto que dotaría de recursos económicos al área protegida. ¿Qué podemos esperar de un mundo en el cuál la conservación y las problemáticas ambientales jamas se encuentran entre los principales puntos de las agendas políticas de las naciones en las que los intereses económicos siempre son prioritarios? Si hasta el momento ha resultado sumamente difícil lograr políticas y medidas para mitigar el cambio climático o conservar la biodiversidad, ¿Qué pasará en un mundo en el cual se perderán miles de puestos de trabajos con una economía en recesión? El mundo post pandemia seguramente presentará un escenario muy adverso para la financiación de proyectos de investigación y conservación ambiental.

Cuando termine todo esto y nos encontremos en un nuevo mundo sumergido en una crisis económica global, ¿cuál será la estrategia de los gobiernos para recuperarse? Es bien conocida por los ambientalistas y conservacionistas la excusa del progreso, el desarrollo y la generación de empleo para avanzar sobre ambientes naturales deteriorando o destruyendo hábitats para echar mano al patrimonio en ellos contenidos. Ya es difícil, sin pandemia ni crisis económica, contener el avance del “progreso” sobre la naturaleza… ¿Cómo se impedirán la deforestación, el extractivismo y la depredación en el contexto económico y social que nos espera?
El calentamiento global amenaza con destruir la vida tal y como la conocemos en los próximos años si no reducimos de forma drástica las emisiones de gases a la atmósfera. Caminamos sobre un hielo muy fino, cercano al punto de no retorno. Mientras la momentánea reducción de emisiones que estamos atestiguando pareciera ser una luz de esperanza, la realidad es que el retorno a la actividad podría llevarnos a un escenario mucho peor del que nos encontrábamos previo a la pandemia. Los convenios internacionales que hoy son la única herramienta con la que contamos para contener la crisis climática, corren el riesgo de desaparecer en pos de la recuperación de las economías basadas en el extractivismo, la producción y el consumo masivo.
Estamos presenciando un momento histórico para el mundo, un acontecimiento que sin lugar a dudas marcará, para mejor o para peor, un antes y un después bien diferenciados. Estamos detenidos en un instante en el cual las decisiones que tomemos son cruciales. Todo depende de donde pongamos nuestras prioridades para los tiempos que vendrán.
Abel Sberna
