ÉRASE UNA VEZ LA COSTA DEL BEAGLE es una serie de publicaciones en torno a una expedición a pie que partió desde Ushuaia conectando Ea. Harberton y Tolhuin, en la Isla Grande de Tierra del Fuego. Esos nombres propios poco tienen que ver con lo que sigue. Lo que se cuenta aquí habla más sobre las costas del Canal Beagle: su historia y también el polémico corredor actualmente en marcha (obra de vialidad que originalmente conectaría la bahía de Ushuaia y Cabo San Pío). En un futuro ese lugar va a ser otro, se transformará radicalmente. De eso tratan parcialmente estos artículos de publicación quincenal.
La herida – Rollo 35mm 400 ASA
Las manchas blancas
Este capítulo cuenta lo que va de Almanza a Ea Harberton, una de las estancias con más historia en la zona. A estas alturas de la expedición el entusiasmo estaba puesto en repasar las vivencias relatadas en el libro de Lucas Bridges (segundo hombre blanco nacido en Tierra del Fuego e hijo del estanciero Thomas Bridges, propietario de Harberton) “El ultimo confín de la tierra”. Pero también había un aliciente particular: pasar las vísperas de año nuevo a la vera del Río Lasifashaj. Un río de características inusitadas, meandros casi eternos, cascadas, saltos poderosos y un cauce que invita a habitarlo. Dada la cercanía del año 2020 tomamos los dos días que distaban de Harberton con tranquilidad y tiempo para pacer sobre los cómodos pastizales.
Río con viento – Rollo 35mm 400 ASA
Lugar de reunión con el pasado – Rollo 35mm 400 ASA
Los días se hicieron más largos, estiramos los despertadores, atrasamos las rutinas de almuerzo y pudimos sentarnos a contarnos unos a otros las cosas que conocemos sobre este extremo de tierra. Hace quinientos años esta isla era lo que exploradores marítimos llamaban una “mancha blanca” en el atlas. En las cartografías era un espacio sin completar al que llamaban “finibusterre”: los confines de la tierra. Ningún europeo había llegado hasta aquí y vuelto para contarlo. Había hombres que dedicaban su vida entera en busca de esas manchas, iban en busca del “descubrimiento”, iban a quitar el velo protector que cubría ese espacio para un pispeo europeísta y una apropiación a distancia.
Uno de los primeros registros de un hombre blanco por esos lares es el de Fernando de Magallanes que fue en busca de una ruta alternativa para las Islas Molucas. Claramente querían evitar los dominios lusitanos (portugueses) y de tal manera partieron hacia el desconocido Suroeste.
El marino sin bien portugués era enviado por la corona española, hecho que resalta como paradoja o traición. Magallanes fue simplemente a ver qué había e intentar encontrar un paso. Es difícil replicar lo titánico de tal empresa para esos entonces ya que los barcos carecían de la tecnología necesaria (a veces simplemente se pudrían en algún puerto de escala y se hundían). Casi todas las expediciones de la época estaban marcadas por el hambre, la enfermedad y la muerte. Leer los registros y bitácoras de viaje en esos barcos supera cualquier imaginación de novela. De hecho, Magallanes no llegó a puerto de destino para vanagloriarse de su proeza, pero sí dejó la designación de ese espacio: Tierra del Fuego. Bien podría haberse llamado Isla del Fuego ya que por aquel tiempo no sabían que era una isla.
Fuego fueguino – Rollo 35mm 400 ASA + 1 PF
A partir de ahí esos lugares serán un espacio particular en el mundo, al menos para los occidentales. Esas islas, canales, bahías y caletas de características singulares fueron depositarias de sendas historias, bibliotecas enteras se abarrotaron con sus relatos a partir del año 1520. También se abarrotaron muchas tumbas y barcos hundidos, pasaron apellidos como Fitz Roy y Darwin. Hay muchos lugares en el mundo, pero algunos encierran misterios, Tierra del Fuego es uno de ellos.
Lugar de anhelos incontables para exploradores, naturalistas, mercantes, misioneros, buscadores de oro, loberos, balleneros, estancieros, prisioneros. También lugar de pioneros y varios locos. Tan solo pensar que el descubrimiento de Magallanes generó tal fascinación y alucinación que en el año 1581 España envió veintitrés naves y casi tres mil personas para construir dos fuertes en ambas márgenes del Estrecho de Magallanes. Una semana tardó la expedición en volver con ochocientos hombres muertos y cinco naves hundidas. Más adelante se repitió el intento pero fracasó rotundamente el proyecto. La mayoría de los instalados en Tierra del Fuego murieron. Aparentemente sobrevivieron solo dos aunque sobrevivieron a medias.
Así de fantástica es la historia de este extremo del globo. El primer blanco que pudo habitar en la Isla Grande de Tierra del Fuego fue un huérfano de nacionalidad desconocida hallado bajo un puente en Inglaterra y adoptado por un pastor anglicano llamado George Despard. El niño aparentaba ser rumano pero nunca pudo establecerse su origen. Lo llamaron Thomas Bridges (futuro propietario Estancia Harberton) referenciando su lugar de hallazgo (bridges significa puentes en inglés). Fue el primero que pudo desembarcar, instalarse y sobrevivir al clima o al asedio de los nativos. No fue casualidad que el fuese el primero.
Sucede que a los doce años de edad se fue a vivir a las Islas Malvinas junto con su padre adoptivo. En ellas no habitaban pueblos originarios. Por esa razón los misioneros se instalaron en esas tierras y comenzaron a entrar en relación con los yámanas llevándolos a la isla por determinados períodos. Así comenzó el proyecto evangelizador y Thomas creció en ese contexto de convivencia artificial con nativos.
La mancha con relieve – Rollo 35mm 400 ASA
Ciertamente las misiones establecían un contacto particular entre la civilización y las periferias de ultramar. Sin duda había una profunda nobleza en estos emprendimientos cristianos. Varios de estos artículos que publicamos dan cuenta de ello. Pero también implicaban una violencia simbólica. Las misiones buscaban un profundo cambio en las culturas locales, un cambio radical en las maneras de ser y estar pero con cierto halo benevolente. Además, detrás de la misión venía la civilización para instaurar un nuevo orden de manera salvaje porque no hay dudas de que los modos de la civilización para con la alteridad son salvajísimos. Sobran evidencias en la historia. Asesinos a sueldo, cacerías de humanos por deporte, violencia, persecución y marginación.
La cuestión es que el huérfano devenido en hombre de religión fue quien pudo habitar porque conocía profundamente el lenguaje yámana. Conocía el idioma y las costumbres mucho más que cualquier misionero porque se crío en contacto con los pueblos originarios.
Zona de estudio – Rollo B&N 35mm 3200 ASA
Una vez instaurada la nueva misión en la Isla Grande, Thomas intentó generar un doble cambio en los yámanas. Por un lado, buscó que incorporen el sedentarismo en sus hábitos de vida. Eso ejercía influencia sobre los hábitos del trabajo constante, el uso de vestimenta civilizada, el cuidado de cultivos, la cría de animales y facilitaba la comunicación e intercambio con los nativos. Por otro lado, buscó el cambio de cosmovisión cultural pero utilizando la lengua local. Sin duda este fue uno de los mayores atributos del misionero. Bridges realizó durante treinta años un diccionario de yámana-inglés. Luego con esos conocimientos pudo traducir a la lengua yámana el Evangelio según San Lucas (1881), Hechos de los Apóstoles (1883) y Evangelio según San Juan (1886). Así es como pudo establecer una relación pacífica y noble, pero propiciando un trastorno de identidad. Fue un intento de trastocar esas formas de ser.
Más adelante en el tiempo la misión desapareció junto con los nativos. Thomas Bridges recibió, departe del presidente Julio A. Roca, varias hectáreas y una isla sobre el Canal Beagle. A partir de ahí el objetivo de la familia Bridges estuvo orientado a lo económico ya que pasaron de ser misioneros a estancieros. Igualmente se siguió conviviendo de manera pacífica con los pocos yámanas, selknam y haush que quedaban (podían quedarse en la estancia además de trabajar y recibir una paga a cambio). En contraposición, las estancias del norte de la provincia desplazaban y asesinaban a los selknam.
Más allá del trágico final ese puente establecido por la lengua fue lo que nos llamó la atención. Puente que de alguna manera sigue presente en la toponimia de la zona. Hay diversos nombres de bahías, islas y cerros que son aquellos que usaban los pueblos originarios y hay otros que solo podrían haber salido de boca de un inglés. Ush (al fondo) – Waia (bahía) o Canal Beagle son referencia de eso respectivamente. Es llamativo observar que los nombres de los yámanas encierran una pequeña representación de lo que designan. De alguna manera esos nombres establecen un contacto entre el territorio y la identidad. Se mantiene viva una significación que no es importada como sucedió con los topónimos ingleses.
¿Habrá sido que quizás por entender esas significaciones Thomas pudo hacer una choza y no perecer como perecieron todos los que lo antecedieron? ¿Será más que una historia de mérito heroico, una historia de tierra y significado? ¿No podría ser esa una buena forma de pensar el corredor del Beagle?
La siesta – Rollo 35mm 400 ASA
Pensar quizás que el corredor no sea una salvajada más de la civilización sino un puente entre la importancia de las costas del canal y su desarrollo. Pensar que la extensión vial hacia el este de Ushuaia es una manera de hacer crecer la ciudad y sus recursos. Pensar que la realización del corredor sea en provecho de los habitantes pero respetando lo que allí hubo y hay: esas montañas, laderas y valles con una historia inigualable y sobrecargada de identidad fueguina.
El siguiente artículo será el último y en él, arriesgaremos una mirada sobre lo que el corredor puede llegar a ser, sobre lo que pensamos de él y su relación con el pueblo fueguino. Además relataremos unos de los momentos más especiales de esta expedición: la senda Lucas Bridges.
Cóndor pasa – Rollo B&N 35mm 50 ASA
- Texto: Gerónimo Hernández
- Fotos: Manuel Fernández Arroyo
- Idea y concepto: Roberto Hilson Foot
*Esta publicación surge a partir de una expedición más de www.EstudiosPatagonicos.com.ar durante el verano 2019/20 en la que participaron: Connor Fernández, Gerónimo Hernández, Gonzalo Molinari, Juan Cruz Gonzalez, Leandro Espinoza, Manuel Fernández Arroyo, Martín López Behar, Roberto Hilson Foot, Valentin Viñales.
**Es posible que esta imágen corresponda a Ea. Remolino y no a Ea. Túnel. Decidimos mantener la referencia publicada en el libro “El espíritu de los hombres de Tierra del Fuego”. Aparentemente el fondo coincide con lo que se observa de la isla Navarino a la altura de Remolino y no con el paisaje del Monte Susana o la isla Hoste desde Túnel. La presencia del pecio Sarmiento podría ser definitoria sobre el origen de la fotografía, pero queda fuera del ángulo de toma.
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