Un informe reciente, elaborado por científicos de todo el mundo, revela que los ecosistemas de todo el planeta se encuentran gravemente deteriorados a causa de la sobre explotación, el cambio de uso del suelo, la expansión demográfica y el cambio climático, y que por lo menos un millón de especies se encuentran en peligro de extinción.
La especie humana ha sido una de las más exitosas sobre el planeta en adaptar los ambientes a sus necesidades y de explotar los recursos naturales para su beneficio, desarrollando una tecnología que le permitió expandirse por todo el globo. Sin embargo este éxito en el desarrollo ha tenido un alto costo y graves consecuencias para el ambiente que habita, el cual se encuentra en un estado alarmante de deterioro a causa de las actividades de la humanidad.
La producción de alimentos, la extracción de materias primas y la generación de energía se ha incrementado exponencialmente en las últimas décadas, empujando las fronteras agropecuarias sobre todos los ambientes naturales, penetrando la tierra y los océanos en busca de combustibles, metales y minerales, y asfixiando la atmósfera de gases tóxicos que calientan la tierra a niveles que no se han registrado en milenios. La población humana crece constantemente y con ella el consumo, el cual se traduce en el incremento exponencial de la producción y la consecuente generación de residuos.
El plástico, el principal aliado de la civilización moderna, ha conquistado agua, tierra y aire al punto de que estamos comiendo y respirando partículas plásticas desde el momento en que nacemos. No es posible que el planeta pueda sostener por mucho tiempo más la vida en estas condiciones.
Conocemos esta realidad desde hace tiempo, pero el informe de la Plataforma Intergubernamental de Ciencia y Política sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES) presentado en París el lunes 6 de mayo brinda cifras exactas que nos ponen frente a frente con una realidad que pareciera nos negamos a asumir: estamos matando el planeta. Y no se trata de un slogan, una frase alarmista acuñada por activistas ambientales para generar un golpe de efecto.
Literalmente, el planeta está muriendo. La velocidad con la que se están deteriorando sus ecosistemas no tiene precedentes en la historia de la humanidad. Este informe, elaborado por 145 expertos y 310 colaboradores de 50 países alrededor del mundo, quienes revisaron más de 15 000 fuentes científicas y gubernamentales para realizar un diagnóstico del estado de conservación de los ecosistemas del planeta, revela que las tres cuartas partes del ambiente terrestre está deteriorado y que aproximadamente el 66% de los océanos presenta algún grado de alteración de sus condiciones naturales. “La vida a escala global se está deteriorando muy rápido. Y eso significa también un deterioro masivo de las posibilidades de todos a una vida digna y satisfactoria, no solo ahora, sino también en las próximas décadas”, dijo Sandra Díaz, copresidenta del IPBES.

Greenpeace comprobó el avance de las topadoras en un área protegida que fue recategorizada de manera irregular por el Gobierno de Chaco; la ubicación del desmonte pone en peligro a un Parque Nacional.
Entre los muchísimos aspectos que el extenso informe detalla, se destaca el deterioro avanzado de los bosques tropicales y subtropicales a causa de la expansión de la frontera agropecuaria y ganadera. Entre los años 1980 y 2000 se devastaron 100 millones de hectáreas de estos bosques en todo el mundo, y 42 millones de ellos desaparecieron en América Latina.
El problema del deterioro de estos ambientes es que presentan altísimos niveles de biodiversidad, por lo que su destrucción tiene un gran impacto directo sobre miles de especies animales y vegetales. “En el Chaco sudamericano se ha dado la tasa de deforestación más alta del planeta de los últimos 20 años”, sostiene Matías Mastrangelo, investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, y autor principal del capítulo 2 del informe del IPBES. El investigador explica que solo en nuestro país se perdieron 15 millones de hectáreas del Chaco entre los años 2000 y 2015. “No hay otra región del mundo que haya perdido tanto”.
Debido al alto impacto de las actividades humanas en los ecosistemas del planeta, la biodiversidad se encuentra en un estado crítico de amenaza. Los arrecifes de coral han disminuido a la mitad en los últimos 50 años a causa del cambio climático y se estima que con la tendencia actual esta disminución podría alcanzar el 80% en los próximos años. Los arrecifes son ambientes marinos que albergan una gran diversidad y son el eje fundamental de sistemas complejos y delicados que sostienen la vida la cuarta parte de todas las especies marinas, al tiempo que representan el sustento de 500 millones de personas que viven próximas a las zonas tropicales.
Si la temperatura global alcanza un aumento de 2 grados, solo sobreviviría el 1 % de los arrecifes en todo el mundo. Los humedales, importantes fuentes de agua y centros de diversidad biológica también se encuentran en la lista de ambientes en peligro y se estima que para el año 200 se había registrado una pérdida del 85% de humedales a nivel global. La disminución de estos ambientes es, porcentualmente, tres veces más rápida que la perdida de bosques. El Ártico y la Antártida se derriten, al igual que los glaciares continentales. Los mares están colmados de plásticos y la atmósfera viciada de gases tóxicos.
Al menos 680 especies de vertebrados han desaparecido desde el siglo XVI y están en peligro más del 40% de las especies de anfibios, alrededor de un tercio de los mamíferos marinos y se estima que el 10% especies de insectos se encuentran amenazadas. En suma, más de un millón de especies vegetales y anímales están en grave peligro de extinción.
La razón de este crítico estado ambiental no es otra que el modelo económico de producción y consumo sobre el cual hemos construido nuestra civilización, un modelo insostenible que prioriza el desarrollo y la expansión a costa de la explotación indiscriminada de todos los recursos disponibles. Desde hace varias décadas se ha estado advirtiendo de los riesgos de sostener este modelo y hoy las consecuencias son evidentes y concretas. Ya no se trata de teorías y proyecciones sobre lo que podría pasar, sino que estamos viviendo los efectos devastadores del deterioro del ambiente y la evidencia arrolladora no deja lugar a dudas: de no cambiar drásticamente el modelo que rige actualmente nuestra civilización, el planeta no podrá sostenernos durante mucho tiempo más.
Abel Sberna
Fuente: ipbes.net