El recordado y querido músico fueguino, Walter Buscemi, entrevistado por Mingo Gutiérrez en el año 2007, charlando sobre su regreso a Tierra del Fuego durante el conflicto de Malvinas en 1982.

En aquella época, cuando volví, hacía cuatro años que no estaba en mi amado Río Grande. Estuve girando por el país, estuve en el Uruguay, anduve por Paraguay cantando un poco… Y después llegó la hora de empezar a volver, de buscar mis raíces, mis cosas… Uno por afuera va recuperando historias pero que no son de uno. Hay muy lindas historias, muy lindas cosas para escuchar, para componer, pero no es la historia de uno. Es como que a uno lo llenan de cosas ajenas y no está muy afecto a aquello; uno quiere tener sus propias cosas porque tienen otro sabor… Allá había mucho olor a pacú pero no había olor a cholga… No era demasiado lo mío. Allá he comido carpincho pero no tenía el gusto del guanaco; era una cosa muy rica pero no era lo mío. Ahí comienzo a tener la primera necesidad de volver para mis pagos.

Empecé a volver y me tocó estando en Buenos Aires toda la historia de cuando se desata la primera parte del conflicto de Malvinas. Volví a Río Grande y al mes tuve que ir Buenos Aires porque me había quedado una grabación pendiente. Yo la quería suspender; el conflicto pasaba acá, no allá. Fui a terminar con esas cosas precontractuales, y volví a juntarme con algunos compañeros. Estaba el Negro Bulacio, que trabajaba en el aeropuerto, y hace unos años lo encontré en Cosquín. El Negro tiene la cara quemada porque le tocó un temporal en la Antártida y quedó cuatro horas afuera. Para mí fue un gustazo enorme volver a ver al Negro, que hacía años que nos veíamos. Creo que ahora está en Santiago. También estaba Tiraboschi, que después lo encontré laburando en Cultura de Córdoba. Y un montón más de gente que recién salía a cantar en esas épocas. Ahí arrancaba a cantar mi comadre la Leda, por ejemplo. Desde ahí tengo que aguantarla.

Yo iba a tocar en el Club O´Higgins, que era el bastión donde se hacían las grandes peñas. En esa época, no había muchos lugares donde hacer peñas. Estaba el San Martín, donde se hacían más bailongos o deportes, pero el lugar donde se hacían las peñas populares era el O´Higgins. Todavía no había quinchos en Río Grande y había que ir a los clubes. Los asados grandes se hacían afuera, en verano. Ahí, en el O´Higgins, fue donde toqué en el año 82, que para mí fue una cosa muy importante a nivel afectivo. Tocar después de que nos pasara semejante cosa, que además nosotros no pedimos. Y pasar tanta soledad en ese conflicto. Una de las cosas que yo siempre he dicho es la soledad que vivió la gente del sur ante tamaña historia, porque la guerra se hablaba en Buenos Aires pero se vivía acá. Allá no pasaba nada; no tenían interés los tipos. Como ese tema mío que dice: ¨Mientras a vos te mataban, yo me iba a bailar¨. La gente no estaba comprometida con una causa de ese estilo. Era como ir a la cancha. Como cuando fueron a Plaza de Mayo y fueron con lo de Malvinas, y se llenó. Parecía la cancha de Boca. Después eso se diluyó. Acá estábamos solos e incomunicados en ese entonces. No era que vos agarrabas el teléfono y podía hablar a cualquier parte. Era una cosa muy aislada. Lo dijo Borges: ¨No conviene que se sepa que muere gente en la guerra¨. Por eso la gente que vino a pelear es la gente del interior. Frente a ese tipo de cosas volver a cantar, para mí fue un sabor agridulce dentro mío. Yo tuve un primo ahí, que gracias a Dios le tocó en suerte volver; muchos compañeros de él no volvieron. Les tengo un gran respeto a los que estuvieron ahí. Es fácil hablar de afuera. Volver a tocar en el O´Higgins fue volver a mi tierra y estar en el medio de la herida de mi tierra. Para mí fue una cosa muy importante, muy sentida, y eso me marcó. De ahí nunca más me fui. Afiancé mis raíces y mi condición de riograndense.

Había bastante gente de la nueva para nosotros, para los viejos de acá. Estábamos acostumbrados a conocernos entre todos, a ver a tus vecinos. En esa época vi muchas caras nuevas, y vi caras como añorando un lugar que no era este. Por eso yo después escribo en la Cantata ¨Hacia una nueva vida¨. Esta gente que vino también tuvo su desarraigo. Dejó sus amigos, su familia, dejó su pueblo. Eso es una cosa que a ellos les debe doler y pagaron un alto precio por vivir un poco mejor. Todo se mezclaba. Yo tenía a mi gente por un lado y a estos tipos que no conozco. ¿Y qué vienen a hacer acá? Uno como buen fueguino es un poco desconfiado en algunas cosas. ¡Ya nos han invadido tantas veces! Me hace acordar a Les Luthiers: ¨¡Nos descubrieron! ¡Al fin nos descubrieron!¨. Se te forma tal mezcolanza que después tenés que ir hilando de a poco y fino para poder sacar quién es quién y en qué lugar estás.

Mi repertorio en aquellos días tenía algunas canciones del primer cassette, que lo grabamos en Radio Nacional. Yo ya tenía escrito ¨Zamba de invierno¨, ¨Tierra mía¨ (que lo escribí en el norte, extrañando muchísimo), ¨Mamá Aurora¨ (también lo escribí afuera) y ¨Cantina¨ (que lo escribí acordándome de El Roca en Buenos Aires). Los otros temas los fui haciendo acá.

Volví a encontrarme con gente que me hablaba de lo que había sido esto al principio… Y cuando me fui al barrio… ¡Esperaron a que yo me fuera del barrio para hacer el puente! Fui puteando para el barrio: pensar que yo tuve que pasar tantos años en bote, muerto de frío, dar la vuelta, veinticuatro kilómetros, para que yo vuelva y esté el puente hecho. Recién estaba empezando el Barrio Austral. Yo veía cómo los lugares de mi infancia, los lugares donde jugaba o iba a cazar zorros con mis amigos… ¡qué sé yo! Montón de cosas, nuestras diversiones de chicos de campo, ya no estaban más. Tuve una sensación contradictoria: por un lado, me parecía bien que la gente tuviera su lugar donde vivir, que esa es mi parte izquierdista (como dicen ahora); y por otro lado, me sentí invadido. ¿Quiénes son estos tipos para pisarme los recuerdos? Eso no me gustaba mucho. Pero uno no puede ir en contra de la necesidad de la gente. El pueblo se ensanchaba cada vez más, y la gente se hacía cada vez más chica, empezaba más para adentro, más para mí, quiero tener el auto, quiero tener esto, quiero tener… y el compañero de al lado no era una cosa importante. Cuando a nosotros nos  criaron era una cosa absolutamente solidaria. Al menos en la CAP nosotros éramos solidarios. No tenías mucha alternativa tampoco. Se cortaba el camino y perdiste, tenías que cruzar en bote y si necesitabas algo éramos pocas las familias que estábamos ahí. Si te faltaba algo, el vecino te lo prestaba. Y al revés, lo mismo. Lo que más me impactó fue la falta de solidaridad en ese momento.

Empecé a componer sobre otras cosas. Que no se hablara de los indígenas me dolía mucho. No podés quedarte sin esa memoria; es imposible. El que viene tiene que conocer el lugar que pisa. Vos no vas a respetar nada que no conozcas. Y si no te hacen conocerlo, menos te va a importar.

Ahí empecé a pensar en La Cantata.

 

Entrevista perteneciente al archivo de Mingo Gutiérrez, utilizada en la investigación del proyecto La noche que sonó la alarma (libro de vivencias de la población civil de Río Grande durante la Guerra de Malvinas).

Transcripción: Fede Rodríguez

Deja tu comentario