El día 7 de abril se celebra el Día Mundial de la Salud, en conmemoración del aniversario de la OMS en 1948. Según esta organización, el aumento de enfermedades crónicas no trasmisibles (cardiovasculares, derrame cerebral, neumopatías y cáncer, entre otras) está relacionado con la creciente carga ambiental a la que están expuestos en la actualidad los seres humanos.

El tema es de larga data. El primer llamado de atención se dio en 2006, cuando la OMS alertó por primera vez en un informe sobre el alto impacto de la problemática ambiental en la salud y la relevancia de tener en cuenta esta relación a la hora de efectuar el diagnóstico médico, además de implementar medidas de Salud Pública preventivas.

A partir de entonces, la OMS fortaleció el monitoreo de las enfermedades con determinantes ambientales, y continuó reuniendo información y actualizando la metodología de análisis de los datos recibidos.

De este trabajo surgió otro dato fundamental: el alto impacto de la contaminación atmosférica en la salud. “Hasta ese momento, a este tipo de contaminación se la relacionaba con las enfermedades respiratorias y el cáncer de pulmón; la novedad fue que se demostró que también incidía en los infartos de miocardio y los derrames cerebrales”.

En la Asamblea Mundial de la Salud en 2013, la contaminación del aire ya fue denominada como la primera causa de muerte, y surgió el concepto del “costo de la inacción”: cuando la gente se enferma, se gasta dinero en salud pública, en diagnósticos y en tratamientos, en la baja productividad de las personas, entre otros. En 2014, este organismo instó a los ministros de Salud a acordar un plan de acción para que cada país comenzara a buscar soluciones a la contaminación del aire, “problema que no suele ser tenido en cuenta porque los tomadores de decisiones no terminan de comprender que se trata de un problema grave y ‘prevenible’ que requiere repensar las políticas y la estructura de salud”, sostiene.

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