Las soluciones climáticas basadas en la naturaleza, como plantar árboles, no serán una parte tan importante de la solución mundial al cambio climático como planean actualmente los gobiernos, y depender de ellas es “arriesgado”, según un informe que fue publicado en la revista One Earth.

Actualmente, muchos países confían en poder eliminar el dióxido de carbono de la atmósfera en el futuro como una forma de retrasar o evitar recortes significativos de emisiones.

La reforestación es una de esas formas de eliminación de dióxido de carbono basada en la tierra, a veces llamada “compensación” o “CDR”, donde se utilizan prácticas tecnológicas o ecológicas para capturar dióxido de carbono de la atmósfera y encerrarlo, eliminando así su contribución al calentamiento global.

Sin embargo, como muestra el informe, si bien se ha hablado mucho del potencial técnico y económico de la CDR, el IPCC ha prestado poca consideración a la viabilidad de tales planes.

Los autores dicen que quienes defienden el CDR han pasado por alto varios factores sociales, culturales, ambientales e institucionales. Parte del problema son las proyecciones optimistas que informan las evaluaciones del IPCC que luego alimentan las políticas gubernamentales.

Por ejemplo, si se suman todas las promesas hechas en todo el mundo para utilizar técnicas de eliminación de dióxido de carbono basadas en la tierra y la plantación de árboles, se necesitarán alrededor de mil millones de hectáreas, esto equivale a la superficie total de tierras de cultivo del planeta, 1.500 millones de hectáreas.

El dilema de plantar árboles o usar la tierra para cultivos

El cambio de uso de la tierra a esta escala pasa por alto el hecho de que ahora habitamos en un planeta usado: hay poca tierra que pueda usarse para plantar árboles sin tomar algunas decisiones difíciles.

Las complejas decisiones incluyen la conversión de enormes extensiones de tierra a bosques, lejos de sus usos actuales, como tal vez la cría de ganado o la producción de cultivos, con grandes implicaciones para la seguridad y el desarrollo sostenible.

Además, las tierras agrícolas del mundo están divididas en 600 millones de granjas, la mayoría de ellas de menos de 1 hectárea, y muchas de ellas con propiedad insegura o en disputa, lo que hace que la coordinación de la implementación de los CDR a gran escala sea extremadamente desafiante.

Además, la implementación y el éxito de la CDR dependerán de poder medir con precisión su impacto en las emisiones de dióxido de carbono, algo que requeriría un esfuerzo de monitoreo monumental que desafiaría incluso a las naciones más ricas y tecnológicamente desarrolladas.

Fuente: Noticias Ambientales

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