Más de 135 especies son afectadas por el tráfico de vida silvestre, la segunda causa de pérdida de biodiversidad en el mundo y el cuarto negocio ilícito a nivel global. Organizaciones no gubernamentales lanzaron una campaña para mostrar como sufren los animales capturados, de los cuales sólo uno de cada diez sobrevive.
Tres organizaciones no gubernamentales lanzaron este viernes la campaña #NoSoyMascota para visibilizar y tomar conciencia de los riesgos que corren más de 135 especies afectadas por el tráfico de vida silvestre, la segunda causa de pérdida de biodiversidad en el mundo y el cuarto negocio ilícito a nivel global que pone a esos animales en peligro e incrementa las enfermedades de origen zoonótico.
Veinte de las 135 especies afectadas por esta problemática están en peligro de extinción y, según la Brigada de Control Ambiental del Ministerio Ambiente y Desarrollo Sostenible, el ranking de las especies más traficadas está integrado por la tortuga terrestre, el loro hablador, el tucán, el flamenco y aves pequeñas.
Para dar visibilidad a esta grave afección, la Fundación Temaikén, el Instituto Jane Goodall Argentina y WCS Argentina lanzaron la campaña #NoSoyMascota para evidenciar el padecimiento que sufren los animales capturados para tal fin, de los cuales sólo uno de cada diez sobrevive y también el riesgo que conlleva trasladarlos a un ambiente doméstico y ponerlos en contacto con otros animales y humanos.
“Se estima que el 75% de las nuevas enfermedades descubiertas en la última década son de origen zoonótico. La diseminación de este tipo de enfermedades, como el Covid-19 y la viruela del mono, se intensifican por el tráfico de animales silvestres, la destrucción de sus hábitats y el cambio climático”, explicó en la presentación de la campaña Carina Righi, coordinadora de Lucha contra el Tráfico de Vida Silvestre de WCS Argentina.
Y explicó que muchas veces estos animales tienen patógenos propios de la especie que se “mantienen en equilibrio, pero el estrés que les ocasiona la captura y el traslado pone en riesgo ese equilibrio” y pueden desarrollar enfermedades que trasladan al nuevo ambiente que pueden afectar a nuestras mascotas y, a veces, también a personas.
“Si conservamos a la fauna en sus ambientes naturales, podemos terminar con la posibilidad de salto y evitar futuras pandemias”, puntualizó.
Durante la presentación de la iniciativa, Paula Gonzalez Ciccia, directora de Conservación y Educación de Temaikén, detalló que solo 1 de cada 10 animales capturados para tráfico de vida silvestre sobrevive.
“Si bien existen centros de rescate especializados que brindan apoyo a las autoridades nacionales y provinciales, la cantidad de animales decomisados supera la capacidad para albergarlos con las condiciones de bienestar que requieren”, apuntó la especialista, y destacó la importancia de “trabajar en educación y sensibilización”.
También explicó que muchas veces, por desconocimiento, las personas adoptan como mascota a alguno de estos animales “para rescatarlos o salvarlos porque creen que es la mejor alternativa para estos individuos”, pero en realidad continúan fomentando el comercio de estas especies.
Laila López Gowland, coordinadora del Comité Ejecutivo del Instituto Jane Goodall Argentina, detalló que además de las especies mencionadas “es creciente la cantidad de felinos y monos traficados como el caí y el carayá negro y dorado” y que “la extracción masiva de estos animales de la naturaleza provoca desequilibrios en todo el ecosistema”.
La especialista diferenció a los animales domésticos de los que “adoptan prácticas que tienen que ver con su presente” y señaló que “esas noticias que muestran que una familia encontró un puma” y este se comporta como un gatito, no quiere decir que este ejemplar esté domesticado ya que “el proceso de domesticación es un proceso de años y años”.
Como parte de la campaña que desde este viernes estará presente en las redes sociales también se identificaron varios recintos de los animales que se encuentran en la Fundación de Temaikén para hacer énfasis en que esos ejemplares fueron rescatados del “mascotismo”.
Angá es una de las monas carayá que hasta llegar al bioparque pasó su vida como mascota hasta que la familia que la había “adoptado” entendió que era mejor que esté con otros ejemplares de su especie y se contactó con las autoridades de fauna.
“Cuando llegó a Temaikén, Angá comía pan y papas fritas, había desarrollado hígado graso a consecuencia de la dieta que seguía y rechazaba la comida que le daban los veterinarios”, explicó Cristian Gillet, responsable de recuperación de fauna silvestre del bioparque.
“Tenía lesiones consecuentes con un cautiverio en condiciones de vida inadecuadas: fracturas, dientes enrasados, lesiones en la piel y falta de pelo en la cintura porque llevaba puesta una correa de perro, cuando veía otros monos gritaba, se tiraba en el piso y mordía diferentes partes de su cuerpo”, continuó el especialista.
Con el correr del tiempo Angá adoptó una dieta equilibrada y comportamientos propios de su especie, aunque no pudo volver a su hábitat, lo que ocurre “al 95% de los rescates” de este tipo de monos, dado que son animales que copian con facilidad comportamientos humanos.
Mau es una puma que fue encontrada en 2016 deambulando por las calles de Pilar, llevaba puesto un collar de perro por lo que las autoridades entendieron que se había escapado de una casa en donde la tenían como mascota, y dado que se trata de una práctica ilegal nadie se hizo responsable de la situación.
Como consecuencia de los años de “mascotismo” Mau estaba mal alimentada, con malformaciones en las patas y le habían sacado las garras, “una práctica que se hace para evitar que lastime a otro animal o persona, pero que se hace a través de una intervención”.
En la actualidad, Mau vive en un recinto en el bioparque con otro ejemplar de su especie ya que no puede ser devuelta a su hábitat, pues, entre otras cosas, sin garras no podría alimentarse, pero su historia es relatada por los cuidadores a todos los chicos que visitan el parque como ejemplo de la importancia de no tener animales que no son domésticos como mascotas.
Fuente: Página/12