El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, revocó un decreto que prohibía la siembra de caña de azúcar en las áreas que todavía preservan su vegetación nativa, como la Amazonía y el Pantanal.

El actual presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, es el menos sospechado de preocuparse por el futuro ambiental de su país, y sus decisiones políticas van en ese sentido. Desde el momento en que asumió, el mandatario ha sido duramente cuestionado por la toma de medidas que muchos consideran un atentado contra la preservación ambiental de Brasil. Recientemente el presidente fue blanco de fuertes críticas debido a los incendios forestales que azotan el país y sobre los cuales se sospecha son generados intencionalmente para favorecer a la industria agrícola. Según sus detractores, ésta avanzada de los grupos económicos relacionados al agro contarían con el visto bueno del presidente, quien con sus medidas y decisiones debilita las regulaciones que sobre ellos existen.

La reciente decisión de derogar un decreto que prohibía la siembra de caña de azúcar en las áreas que todavía preservan su vegetación nativa, como la Amazonía y el Pantanal es para las asociaciones ambientalistas como la World Wildlife Fund (WWF) una clara muestra de que las políticas de Bolsonaro ponen en serio peligro la conservación del ambiente natural del país. Según la ONG el decreto firmado en 2009 fue “fundamental para proyectar el sector energético en el escenario internacional, proporcionando garantías de que la producción brasileña seguía criterios ambientales, facilitando la entrada de etanol en los mercados con reglas ambientales más rígidas”. El documento firmado ahora por Bolsonaro, según WWF, “pone en riesgo” no solo la protección de la Amazonía y el Pantanal, sino también “áreas de vegetación natural antes protegidas”, principalmente en el Cerrado (sabana brasileña).

El decreto había sido aprobado en septiembre de 2009, durante el Gobierno del ex presidente Lula da Silva, con el fin de regular la expansión sin control del cultivo de caña de azúcar en esos lugares. En ese momento se temía que la expansión de este cultivo fomentara la deforestación en áreas sensibles ambientalmente y ocupara tierras aptas para el cultivo de alimentos. Al revocar el decreto, el gobierno “expone dos biomas frágiles a la expansión predadora y económicamente injustificable de la caña y echa al lodo la imagen internacional de sustentabilidad que el etanol brasileño construyó a duras penas“, añadieron desde la WWF, ONG que considera la medida como una “nueva acción de desmontaje” de la protección ambiental por parte del mandatario ultraderechista, partidario de la apertura del Amazonas a actividades agropecuarias y mineras.

La Amazonía ocupa unos cinco millones de kilómetros cuadrados en el norte del país, y el Pantanal, en el estado de Mato Grosso do Sul, es uno de los humedales de mayor extensión en América. La selva amazónica es el bosque tropical más extenso del mundo, pero se encuentra amenazado por el constante avance de la frontera agropecuaria, como así también por los negocios inmobiliarios, madereros y los incendios forestales. Según las estimaciones más recientes, la deforestación en la Amazonía brasileña creció un 80 % en septiembre pasado frente al mismo mes del año pasado. En agosto, los incendios en la Amazonía brasileña fueron los peores de la última década, lo que fue denunciado por ONG internacionales, que culparon de ello al discurso anti ecologista del presidente del país, Jair Bolsonaro, líder ultraderechista favorable a explotar los recursos minerales de la Amazonía junto con otros países.

Abel Sberna

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