Puerto Madryn envuelve con brazos de tierra el Golfo Nuevo y sus aguas quietas mientras el sol asoma lento y un grupo de hombres y mujeres se recortan en el horizonte con sus trajes de neoprene preparados para ir a nadar con lobitos marinos. La ciudad parece sólo una excusa, y lo importante, en todo caso, es ir a vivir experiencias naturales.
Puede ser ese snorkel saliendo con las primeras luces del día -una hora aproximada de lancha- hasta Punta Loma, acompañados por los instructores de la operadora Scuba Duba; o bien un atardecer en la estancia San Guillermo para observar el cielo inmenso patagónico explicado con pasión por Nani, la guía de Patagonia Sky, en una experiencia de astroturismo.
Además, en distintas épocas del año, el avistamiento de ballenas, de orcas y delfines, y la pingüinera de la estancia San Lorenzo (todo esto en Península Valdes), conforman una serie de actividades para conocer sobre el comportamiento de cada una de estas especies en su estado natural.
La pregunta entonces es si Puerto Madryn es sólo esa excusa de que se hablaba al inicio de esta crónica o significa algo más: una ciudad que nació de una extraordinaria fusión cultural y que hoy cuenta con una población trabajadora e imaginativa.
Hoy Puerto Madryn es objeto de deseo para muchos jóvenes, y no tanto, que quieren radicarse de forma definitiva, y que muchos lo logran, como lo demuestra el crecimiento exponencial de la población, entonces la respuesta es obvia: Puerto Madryn no es ninguna excusa.
Para conocer el lado B (no sólo el de la naturaleza), se recomienda darle un vistazo a la amplia costanera y elegir alguno de sus paradores para degustar exquisiteces gastronómicas, con el langostino como producto estrella.
La ciudad se puede dividir, a grandes rasgos, en dos mitades: norte y sur, partiendo de un eje imaginario que es el cruce de las avenidas Gales y Roca.
Es el punto donde comenzaba la ciudad en los 70 y terminaba en el muelle viejo. Al sur, la zona residencial; al norte el camino que conduce a la Península Valdes.
La guía turística, Adriana Chao, explicó que el viejo muelle -hoy turístico- “recibió el 1 de abril el último crucero que dio finalización a la temporada”.
En la zona que va del centro al norte se ven casas mucho mas simples que en su contraparte del sur, y pertenecen a los nacidos y criados en Puerto Madryn, propietarios de aquellas estancias dedicadas a la cría de ganado ovino para la producción de lana Merino.
En esa zona se encuentra el monumento a la gesta galesa, representada por una mujer, donde a un lado un grupo de hombres blancos son recibidos por los Tehuelches, y del otro solo hombres blancos con una biblia.
“La mujer luce un vestido en movimiento por el viento patagónico, mientras le da la espalda al mar porque dejó una isla”, relató Chao.
A metros de allí, donde está el monumento al marino, se encuentra el playón junto al muelle en el que se desarrollan distintas actividades sociales, siempre organizadas por la municipalidad, como la tradicional Fiesta Nacional del Cordero, grupos locales de danza y cantidad de talleres gratuitos.
En ese lugar histórico se observa en una esquina un edificio de ladrillos con una inscripción en círculo que dice compañía mercantil de Chubut, escrito en castellano y en galés, y a 100 metros se encuentra la terminal de ómnibus donde era la vieja estación del ferrocarril, cerca de un reconocido negocio que vende y produce todos los elementos para el nado submarino.
“Acá los buzos son muy famosos, es una actividad popular, y fue un buzo en los 50 que trajo otros para vender productos y comenzaron así el desarrollo del turismo”, explicó la guía turística, y recordó que Puerto Madryn es la Capital Nacional del Buceo.
En esa parte de la zona costera se encuentra el Museo del Hombre y el Mar, también conocido como Chalet Pujol, que pertenecía a un emprendedor catalán-español que donó la casa a la comunidad al no tener descendencia.
“Cuando llegaron en 1865 los 153 galeses, un 28 de julio, día del desembarco, hacen 100 kilómetros a pie y fundan la primera colonia, donde desemboca el río Chubut”, describió Chao.
Se le dio el nombre de un ministro argentino, Rawson, porque era quien votaba para que se pudiesen instalar -a pesar de ser protestantes y no católicos-, algo que no compartían otras autoridades.
Cuando llegan, 21 años después (otro 28 de julio) los trabajadores para construir el ferrocarril, se instalan en esta zona y dan origen a la ciudad. “Se empieza a construir y crece Puerto Madryn, hasta que llega la fábrica de aluminio, Aluar (Aluminio Argentino), la más grande es Sudamérica”, agregó.
“El crecimiento más estético se dio hacia el sur, donde los terrenos eran súper baratos hasta los 90. Por ejemplo 5 mil dólares un terreno frente al mar. A los poquitos años pasó a costar 15 mil, y hoy ya no hay. Se sigue extendiendo la urbanización, pero donde quedan terrenos, por eso se comienza a construir también en la parte norte”, detalló.
La ciudad debe su nombre al último Barón de Madryn, Sir Love Jones-Parry, que tenía un castillo cerca de la localidad de Nefyn, en Gales, y que llegó a la zona dos años antes que el contingente de sus compatriotas, y es quien decide donde se iba a fundar la colonia, contó la guía Adriana Chao.
“Además, piensa en el símbolo de la modernidad europea que era el ferrocarril y dice que deberían construirlo para transportar el futuro producto agrícola, y que el mejor puerto natural desde donde deberían comenzar a exportar se encontraba a 100 kilómetros, o sea, hoy Madryn, en ese momento solo Golfo”, acotó.
El aristócrata nunca vivió en el lugar, tomó esas decisiones y regresó a Gales, pero el que si permaneció fue el otro importante pionero, Louis Jones.
“Una vez que la colonia en la zona del valle funcionó económicamente y fue rentable, Jones decidió la construcción del ferrocarril y gestionó el permiso ante las autoridades en Buenos Aires, que pasó a ser el ferrocarril patagónico de la Compañía de las Tierras del Sur”, precisó.
La realidad es que Jones vendió la compañía del ferrocarril porque al construirla iba a percibir como regalía las tierras a lo largo de las vías.
Españoles, italianos y galeses fueron los que construyeron las dos puntas del ferrocarril, y los que dieron el nombre Madryn a una de las puntas y Trelew -o ciudad de Lewis Jones- a la otra.
“Ese ferrocarril llegó a Rawson, llegó hasta la Meseta, hasta Las Plumas, porque la idea era que llegara hasta la cordillera, pero lo que sucedió es que, al no ser rentable, la Compañía de las Tierras del Sur lo entregó al Estado”, explicó Chao.
Las historias siguen y siguen hasta simular una una película a cámara ligera que sorprende por la cantidad de acontecimientos que se desarrollaron en la zona y que muestran que Madryn es todo: historia, gastronomía, sueños, imaginación, trabajo y, sobre todo, el ambiente natural que ya es marca registrada en el mundo.
Fuente: Agencia Télam