¿Qué es el viento? Aire en movimiento. Así de simple. Y, sin embargo, es mucho más, sobre todo en Patagonia. Es que cuando las ráfagas avanzan en la región más austral del continente, llevan consigo polvo y ese polvo aporta nutrientes al mar, que resultan fundamentales para la vida en el océano, pero también podrían transportar bacterias y virus.
La mesa está servida: clima árido, vientos intensos y material sedimentario que se desprende fácilmente del suelo; poca vegetación para que haga de barrera y, a disposición, uno de los cuerpos de agua más inmensos: el océano. “En Patagonia existe una interacción dinámica entre los sistemas, continentales, atmosféricos y marinos. Es la porción más importante de territorio argentino cuyo sedimento llega al Atlántico”, explica el investigador del Centro Para el Estudio de Sistemas Marinos (CESIMAR-CONICET), Augusto Crespi que estudia, junto a un grupo de investigación, algunos de los efectos que provoca ese depósito de polvo en aguas continentales.
Una vez que las partículas tocan el agua, algunas de las sustancias que transportan quedan disponibles. El polvo atmosférico aporta nitratos, silicatos, hierro, entre otros nutrientes, que comenzarán, en mayor o menor medida, a ser absorbidos por el fitoplancton, el eslabón más elemental de la cadena trófica marina.
“Patagonia es la única fuente que aporta hierro al Atlántico. Esto es relevante porque el hierro activa el crecimiento del fitoplancton. En la parte más oceánica cuando, eventualmente, una tormenta de tierra deposita nutrientes en la superficie, hay una explosión en el crecimiento del fitoplancton. Blooms gigantes en lugares desérticos. Es lo que se conoce como bomba biológica. El fitoplancton realiza mucha fotosíntesis y consume dióxido de carbono en la atmósfera que es uno de los gases de efecto invernadero. Como esa zona es un desierto, no hay consumidores de ese excedente de fitoplancton que se termina hundiendo a cuatro mil o cinco mil metros de profundidad. Es lo que se conoce como secuestro de dióxido de carbono que ya no vuelve a surgir como gas a la atmósfera”, explica Crespi. Y agrega: “Esta bomba biológica de secuestro de dióxido carbono tiene un rol trascendente en la regulación global del clima porque hace que la temperatura de la tierra descienda. Una hipótesis de las más aceptadas, asevera que este proceso tuvo influencias en las eras glaciares, es decir, en los enfriamientos cíclicos que hace miles de años sufrió el planeta”, explica Crespi.
El polvo atmosférico aporta nutrientes que, en mayor o menor medida, van a ser absorbidos por el fitoplancton.
Para el investigador, este tipo de acontecimientos excepcionales sirve no solo para visibilizar la conexión estrecha que hay entre los distintos ambientes: aire, tierra y agua, sino para poner en evidencia la relevancia de Patagonia. “A diferencia de un gran desierto como el Sahara, que emite grandes cantidades de sedimento pero de forma intermitente, la Patagonia libera cantidades variables, pero de manera permanente, y la totalidad de ese polvo cae al mar. Esa función, que tiene una incidencia global, es la que cumple esta región desde siempre”, comenta.
“El dinamismo marino en Patagonia es mucho más complejo y depende de muchas variables”, advierte la investigadora del CESIMAR Elena Barbieri. “Por ejemplo, una comunidad de fitoplancton, frente a una tormenta de polvo puede tener una respuesta positiva, nula o negativa. Se sabe que las especies más pequeñas tienen una velocidad de incorporación más rápida de los nutrientes que las especies más grandes. Hacen el mismo proceso pero a distintas velocidades. Entonces, primero se va a observar un incremento de las células más pequeñas”.
Además, según indica la científica, el comportamiento del fitoplancton se ve afectado por la convivencia con bacterias y virus. Un estudio que actualmente está llevando a cabo, le permitió encontrar en el agua concentrada en el sistema digestivo de algunos bivalvos, virus continentales como el rotavirus o la hepatitis. “Si nosotros estamos seguros que no hay efluentes cloacales en el sitio que estudiamos, debemos preguntarnos de donde vienen esos virus y es altamente probable que vengan en el polvo que arrastra el viento”, describe Barbieri.
Simposio en polvo
Los investigadores saben de lo que hablan y no solo por la calidad de su investigación sino por estar en el lugar correcto. Viven en la ciudad de Puerto Madryn, provincia de Chubut. Allí, habitualmente, hay tres cosas en interacción constante: viento, polvo y mar. Los autos se llenan de tierra, los ciclistas pedalean con esfuerzo, la arena y las sombrillas pueden salir volando de un momento a otro y el mar recibe lo que el viento trae.
El pasado 26 de octubre un temporal de viento afectó la región y en algunas ciudades de la Provincia, las ráfagas alcanzaron los 150 kilómetros por horas. Muy a pesar de estos fenómenos, y también de la convivencia habitual con el polvo que vuela por el aire de forma permanente, esta interacción entre viento, tierra y agua y el rol trascendental que tiene Patagonia a nivel global, es poco estudiado tanto por grupos de investigación nacionales como a nivel internacional. Sin embargo, entre los días 8 y 10 de noviembre, se realizó el Primer Simposio Internacional de Polvo Atmosférico del Hemisferio Sur.
Ese evento reunió a más de 200 participantes de todo el mundo y se realizaron más de 50 presentaciones sobre este fenómeno. El investigador Augusto Crespi, que formó parte del comité organizador, destaca la importancia de fomentar este tipo de encuentros “en los que se pone el foco en estudiar y comprender los procesos que desencadena el transporte de polvo desde hemisferio sur”.
Fuente: nexciencia.exactas.uba.ar