La competitividad internacional, como es bien sabido, es un concepto amplio que debe ser especificado si se desea acotar el objeto de estudio. Es corriente en la literatura teórica y en el lenguaje coloquial de negocios identificar competitividad a nivel país con su desempeño exportador y de un modo más general con la capacidad de inserción externa. La competitividad se manifiesta en la inserción internacional de los diversos sectores, en particular de bienes transables pero cada vez más este razonamiento debe incluir a los servicios (Ej.: Turismo). En este debate es de destacar el esfuerzo de países que crecieron desde la posguerra en base a una contribución muy importante de las exportaciones en el PIB. En general fueron procesos impulsados en parte por la acción agresiva del Estado a la que se sumó un fuerte dinamismo empresarial. Los referentes más estudiados en los últimos 20 años son naciones del sudeste asiático, China y en menor medida países como Chile, Méjico e Irlanda.
El crecimiento liderado por exportaciones es una aspiración natural de economías emergentes en particular para aquellas con mercados internos reducidos como ocurre con nuestro país. En el caso argentino la política tendiente a una mayor competitividad a través del fortalecimiento de las exportaciones ha sido errática. La inserción externa del país se viene concretando lentamente gracias a un conjunto de esfuerzos de naturaleza privada donde son claros los ejemplos de grupos domésticos que han avanzado en la internacionalización como Techint, Arcor o Bagó. La coordinación público-privada todavía tiene mucho para crecer en este desafío de una mayor inserción externa.
La competitividad del país, no cabe duda, depende en gran medida del dinamismo de sus exportaciones. También esto es cierto para cada uno de los sectores de bienes transables y para las empresas que aspiran a internacionalizarce cualquiera sea su tamaño. Por lo tanto el grado de internacionalización está unido en forma estrecha con la ventaja competitiva sostenible de un sector o de sus firmas.
Argentina es un país de muy baja internacionalización en su industria. Sólo exporta el 10% del producto industrial. Las empresas tienen poca proyección internacional entre otros motivos porque buena parte de los grupos domésticos están centrados en servicios o han tenido, salvo contadas excepciones, una inserción internacional modesta a través de exportaciones. Cuando se observa la inversión externa directa en el exterior es un fenómeno básicamente regional que resumido significa un conjunto de activos productivos del orden de los 15000 millones de dólares. Recordemos que el stock de dinero en el exterior de argentinos se estima entre 250 y 300.000 millones de dólares.
Argentina debe preparase para superar la meta cuantitativa de los 100.000 millones de dólares de exportación anual. Es una meta poco ambiciosa si la comparamos con el salto que dio Méjico entre 1994 y 1996, Brasil entre 2004 y 2005 y Chile en los primeros ’90.
La competitividad de las exportaciones argentinas es en última instancia la resultante del desempeño de una quincena de complejos exportadores que tienen la función de liderar las ventas al exterior y de 300 compañías que representan la mayor proporción del total.
Después de años de virtual estancamiento nuevamente se ha propuesto un relanzamiento del MERCOSUR. Lo deseable es que el bloque sea una plataforma genuina que ayude a proyectar de modo global a los países, que siguen teniendo una lógica provinciana, en sus modelos nacionales de negocio. En la diversificación de mercados y de productos está el secreto de una mayor competitividad de las exportaciones de Argentina.
Argentina tiene una ventana natural de oportunidad de expansión económica que es aprovechar la dinámica de crecimiento de Asia. Particularmente China es el nuevo destino de buena parte de la exportación incremental. El crecimiento de China es espectacular y puede ser muy complementario con el comercio de nuestro país a diferencia de una estrategia más orientada a Estados Unidos donde la complementariedad es bastante menor según lo demuestran diversos estudios realizados por la Cancillería. En definitiva se trata de un desafío estratégico ambicioso por delante que puede incrementar el desarrollo sustentable de país.
Eduardo Luis Fracchia
Director del Área de Economía, IAE Business School, Universidad Austral