Las siguientes apreciaciones fueron hechas en el marco del ciclo de charlas con escritores fueguinos en la UNTDF, que coordinan Maxi López y Fede Rodríguez.

Haciendo hablar a los muertos

Durante muchos años entrevisté a antiguos pobladores, y muchas veces, cuando yo entrevistaba a un antiguo poblador, era la última vez que lo veía. Porque era gente muy anciana y al poco tiempo se morían. En algunos casos, corrió la leyenda de que entrevistaba a alguien y después lo mataba. Eran viejos, no podían vivir mucho más. A veces, la próxima vez que nos encontrábamos era en el velorio. Cuando hacía las entrevistas la gente es muy cordial, te reciben, te convidan una merienda. Yo trataba demorar la relación; sabía que no iba a haber muchas más oportunidades. Pero si hacía mucha relación a partir de una entrevista, no tenía la oportunidad de entrevistar a otra gente.

Así que se daba el caso de que para mucha gente yo era o soy el que hago hablar a los muertos.

A veces se muere gente y yo no la entrevisté.

A veces pasa que cuando muere alguien la familia se acerca a pedir una grabación. Hay lazos que se mantienen. Después te traen cosas que pertenecieron al difunto. Por ahí me traen cosas insólitas. Por ejemplo, en el caso de Domingo Almada, que falleció hace poco, la esposa me dejó en casa un misal (tenía un tío en Córdoba que era cura), que parece que en la familia nadie lo quería.

De tanto hacer hablar a los muertos he conseguido comunicarme con las estatuas. En la radio era común de que yo llegara y decía: “Vos sabés que cuando venía para acá me encontré con San Martín, y hablando con él me dijo tal cosa”. No me acuerdo qué era. Yo hablaba con estatuas incluso más insignificantes que la de San Martín. Las estatuas son muy celosas. Cuando se enteran de que hay alguien que está hablando con una, todas quieran hablar.

En una época me había propuesto escribir tres libros sobre la historia de Río Grande. Uno sería el amor y la historia de Río Grande; otro, el poder y la historia de Río Grande; y el tercero, la muerte y la historia de Río Grande. El libro más fácil de escribir es sobre la muerte. Parece mentira. Los amores pueden cambiar, el poder puede cambiar, la muerte, no va a cambiar. Tal vez por eso es más fácil escribir sobre la muerte.

Tuve una relación con la muerte bastante fluida, hasta que después, en los últimos tiempos, he vivido situaciones de muertes más cercanas y me cuesta reponer mi relación ella. Pero de todas maneras tengo un lado necro en mi escritura. Por ejemplo, cuando escribí Hasta el próximo recuerdo. Este libro lo escribí apresuradamente. ¿Por qué lo hice? Se iban a cumplir 100 años del nacimiento de mi padre y yo estaba solo en casa. Patricia se había ido con Marcial a ponerle un departamento en La Plata para que vaya a vivir allá. Yo iba a ir como cuarenta días después. Se me ocurrió escribir el libro, un capítulo por día. Uno de los personajes que anda dando vueltas por el libro es mi padre. Son historias de familia mezcladas con algunos hechos más o menos creíbles. Pero yo había escrito otro libro. Mi padre nunca fue una persona muy creyente pero sus tías eran espiritistas. Él vivía en el campo y cuando lo mandaron a estudiar a la ciudad se fue a vivir con las tías y creció en ese ambiente espiritista. Mi padre murió a consecuencia de un accidente. Y el libro que escribí era un libro muy triste. Partía del momento en que se había muerto. Da la casualidad que cuando el libro ya estaba terminado, me entero que había llegado una señora que movía la copa, allá en el barrio. En mi barrio pasan esas cosas. Yo dije: ¿y si hago una consulta sobre el libro? Yo ya había participado en una sesión espiritista. Siendo estudiante en La Plata, había allá un chico de Río Grande que movía la copa. Entonces fui. Le plantee a esta mujer qué era lo que yo quería. Le dije cuál era la historia familiar, que se cumplían los 100 años del nacimiento de mi padre, que quería invocarlo y preguntarle qué opinión tenía del libro. (Suponiendo que en el plano en que él se mueve se la saben todas.) Hicimos la experiencia con toda la gente tomada de la mano, con toda la cosa. Lo invocaron a mi padre y mi padre no apareció. No hubo señal. Esta señora decía: “¿Cómo puede ser? Porque en circunstancias como esta, un centenario del nacimiento y todo, y la forma en que usted me lo describe y cómo lo invoqué…” La tipa quedó sorprendida. Tal es así que no me quiso cobrar nada. Entonces me fui para mi casa, y la noche me acordé que mi papá siempre tenía una duda con respecto a su nacimiento. Decía que a él lo habían anotado después. En realidad el nació el día 6 de febrero pero lo anotaron el día 7. Que es el día de San Óscar; se llamaba Óscar. Al otro día, me levanto y, de repente, están golpeando la puerta. Era la hermana de la señora donde yo había ido. Y me dice: “Mingo, porque no va para allá que la madame lo necesita”. Se iba ese día pero había perdido el avión. No hubo vuelo. Quería saber si estaba interesado en repetir la experiencia. Se hizo y hubo una comunicación. Mi padre me dijo que el libro era muy triste, que pensara si valía la pena publicar algo para que transcendiera como una existencia tan triste, porque todo giraba en torno a su muerte. Entonces escribí otra cosa, por la cual nunca le consulté. Y eso es lo que salió. Hasta el próximo recuerdono es el libro original. Es un libro que no tiene situaciones tristes, por el contrario, hay ciertas situaciones risueñas. Traté de reemplazar todo lo triste por todo lo risueño.

Cuando falleció Patricia me vinieron a ver de la Asociación Lis (que es la asociación espiritista de Río Grande) para ver si quería comunicarme “con la que se ha desencarnado”. No quise. No me sentía preparado. Con mi padre, que había muerto en el 79, pude afrontarlo. Después me puse a pensar que esto sería contrariar mis pensamientos. A fin de cuentas yo creo que los muertos están muertos. En el caso de mi padre, le di un valor literario a la consulta.

 

Fragmento de la charla dada en Noviembre del 2018.

Los colores del fuego – Ciclo de charlas con escritores fueguinos

Universidad Nacional de Tierra del Fuego

Coordinan: Maxi López y Fede Rodríguez.

 

 

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